Aprendizaje social

SanaMente / Por: Ana Paula González Toledo / Psiquiatra

Los índices de ansiedad y depresión aumenten de acuerdo con el tiempo de uso de redes sociales

Las personas tienden a copiarse entre sí. Aprendemos a comportarnos, a vestirnos y a manejarnos socialmente a través de la imitación de quienes nos rodean.

Según el psicólogo canadiense Albert Bandura, la imitación es la forma más poderosa de aprendizaje, sobre todo en el periodo que va del nacimiento a la adolescencia. Esta forma de aprendizaje es particularmente importante. Bandura desarrolló la teoría del aprendizaje social, donde explica la relevancia de observar, modelar e imitar los comportamientos, actitudes y reacciones emocionales de los demás. Se trata de un proceso que requiere prestar atención a un estímulo, memorizar los patrones imitados y generar la motivación para una conducta.

Actualmente, con el uso de las tecnologías, la mayoría de los niños y niñas que están entrando a la pubertad se encuentran expuestos a un sinfín de información: youtubers, influencers de Instagram o Facebook, así como figuras famosas que compiten constantemente por mantener la atención de los usuarios de redes sociales. Son a estos personajes a quienes terminan imitando, quedando poco espacio para la lectura, la reflexión o la cultura.

La exposición a estos modelos conlleva casi invariablemente un proceso de pensamiento automático comparativo, es decir, uno termina comparándose con lo que observa en redes sociales. Para colmo, se trata de comparaciones irreales, donde se contrastan personas de lugares, razas, genética y edades distintas. Lamentablemente, debido a que la comparación ocurre de manera automática en cuanto se observa la imagen, estas variables no se toman en cuenta, y como en toda comparación, uno suele salir perdiendo.

De ahí que los índices de ansiedad y depresión aumenten de acuerdo con el tiempo de uso de redes sociales. La pérdida de autoestima se presenta especialmente en adolescentes, cuando se comparan con imágenes estratégicamente editadas de chicas que parecen ser más bonitas, delgadas, populares o ricas.

Para amortiguar esa comparación automática se requiere madurez y habilidad para hacer una segunda evaluación de uno mismo y ser objetivo respecto al otro, lo cual no es nada sencillo, y los niños no tienen la capacidad para hacerlo. Se ha descrito que ver selfies con frecuencia conduce a menor autoestima y a una menor satisfacción con la vida (Wang y Haig, 2017). De hecho, se ha visto que Instagram —una plataforma basada principalmente en imágenes— lleva a los jóvenes a reportar mayores niveles de ansiedad, depresión y preocupación por la imagen corporal. Asimismo, las niñas que pasan más tiempo mirando imágenes en Facebook reportan mayor insatisfacción con su peso y una mayor objetualización de sí mismas (Meier y Gray, 2014).

Por ello, es inteligente y necesario que los padres se comuniquen regularmente con sus hijos y monitoreen cuáles son los modelos que siguen los adolescentes. Es fundamental hablar claramente sobre el uso de las redes sociales para asegurarse de que sea positivo y saludable y, en caso contrario, guiarlos para modificarlo. Además, es importante estar atentos a los síntomas de depresión. Si nota señales de que su hijo podría estar deprimido, tómelas en serio: pregúntele cómo se siente y no dude en programar una cita con un proveedor de salud mental.

Ana Paula González Toledo

Psiquiatra

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