Pérdidas vegetales y comunitarias
La ciudad imaginada / José Alfonso Baños Francia
El planeta es un gran regalo que nos fue concedido y que contiene varios sistemas que interactúan con una armonía y complejidad admirable. Por un lado, tenemos el ambiente acuático, que ocupa la mayor superficie del globo terráqueo y que esconde muchos secretos aún por develar. También está el medio terrestre, con rugosidades y pliegues donde se combinan montañas, ríos, bosques y fauna facilitando una convivencia ecológica singular.
La integración de estas dimensiones ha facilitado la expansión de la especie humana durante milenios a pesar de que ha habido modificaciones significativas sobre el medio ambiente, muchas de ellas sucedidas al calor de expansiones militares, políticas o económicas.
Pero en los últimos tres siglos, la imposición del sistema capitalista, al cobijo de la Revolución Industrial, fortaleció intensas transformaciones a la casa común de manera tal que ahora enfrentamos retos mayores como sucede con el cambio climático y la pandemia sanitaria del COVID-19.
Uno de los sectores más afectados ha sido la cobertura vegetal, perdiéndose millones de hectáreas de superficie arbórea, degradando el suelo y fomentando la desertificación generalizada. De acuerdo a investigaciones realizadas por la Universidad de Maryland, los bosques y selvas tropicales sufrieron grandes pérdidas en 2019, mismos que contienen altos valores de carbono y biodiversidad y, una vez que se pierden, puede llevar décadas o incluso milenios para que vuelvan a crecer hasta algo cercano a un estado de bosque o selva primaria.
Dentro de las causas que inciden en la pérdida de cobertura vegetal, destacan los incendios, ya sean naturales o motivados por el interés de grupos o individuos, resaltando el caso del Amazonas brasileño, donde la densidad de incendios fue 20 veces mayor en bosques primarios previamente desmontados que en los bosques en pie. Algo similar ocurre en el Área Metropolitana de Guadalajara, donde cada año, el bosque de La Primavera ve disminuir su superficie ante el beneplácito o complicidad de autoridades y desarrolladores inmobiliarios.
En nuestra región, somos herederos de un vasto patrimonio natural que ha motivado el trabajo organizado de colectivos ambientales con interés en los árboles y cuyo trabajo y empuje ha contribuido en sensibilizar a la comunidad sobre la importancia de preservar el patrimonio arbóreo.
Sin embargo, también aparecen señales preocupantes ante la disminución de la masa vegetal en la localidad. Así, tomando en cuenta los datos proporcionados por el Global Forest Watch y compartidos en el blog “La vida en la costa”, en la última década se han perdido casi 54 hectáreas de árboles en Puerto Vallarta, equivalentes a la mitad del fraccionamiento Fluvial Vallarta o más que el Centro Tradicional. Ello representa 14.4 kilo-toneladas de emisiones de dióxido de carbono, afectando las condiciones de vida de la comunidad.
Hemos sido bendecidos por la riqueza arbórea que nos cobija y podemos sensibilizar nuestra conciencia para pertenecer a un mundo y un proyecto en común, que implica cuidar y alentar la vida en todas sus formas y manifestaciones.