El retorno de Donald Trump
Por: Javier Orozco Alvarado / Ex rector del Centro Universitario de la Costa Universidad de Guadalajara
No cabe duda que con el retorno de Donald Trump al gobierno de los Estados Unidos, las relaciones de México con el país vecino serán nuevamente complicadas, como en la última etapa del gobierno de Enrique Peña Nieto y el inicio de la administración del presidente López Obrador.
Basta recordar el hostigamiento que sufrió México con las amenazas de Trump de declarar el narcotráfico como terrorismo para invadir nuestro territorio, de aumentar los aranceles a nuestras exportaciones de alimentos y automóviles u obligarnos a pagar su famoso muro fronterizo. Todas estas amenazas sirvieron para renegociar el Tratado de Libre Comercio (TLC) de 1994 y convertirlo en Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC) con mejores condiciones para ese país.
Para nadie es desconocido que Trump es un conservador nacionalista-anti globalista, contrariamente al enfoque neoliberal y globalista de Biden; es un empresario que utiliza las mismas tácticas empresariales de la presión y el chantaje para negociar ventajosamente en el terreno gubernamental. Por eso logró que aumentara el contenido regional para las exportaciones intrazonales, obligó al gobierno mexicano a reforzar militarmente ambas fronteras y mantuvo a raya la política interior, exterior y comercial de nuestro país.
En 2026 habrá una nueva revisión del T-MEC y seguramente buscará adaptarlo, aún más, en favor de los Estados Unidos; para eso nuevamente ha recurrido al argumento de aumentar aranceles a las exportaciones mexicanas, cerrar las fronteras con México, expulsar a los indocumentados y revisar el tema del narcotráfico y fentanilo.
Aunque no puede violar el derecho internacional ni nuestra soberanía, seguramente buscará presionar a México para lograr acuerdos que nos ayuden a poner un freno al flagelo que ha significado el aumento del narcotráfico, el crimen organizado y el creciente consumo de fentanilo en los Estados Unidos.
La realidad es que ahora nuestro país está económica y políticamente mejor preparado que cuando Trump llegó por primera vez al gobierno norteamericano. En primer lugar, porque México es el principal socio comercial de Estados Unidos, pues nuestro país es su principal mercado y segundo mayor proveedor de mercancías; principalmente partes y accesorios para vehículos automotores. En segundo lugar, nuestro vecino no puede frenar los flujos comerciales entre ambos países porque su déficit comercial con China asciende a cerca de 300 mil millones dólares, por lo que necesita comprar más productos en la región de Norte América para ir reduciendo progresivamente su fuerte dependencia comercial con el país asiático.
La opción más cercana, barata e inmediata para el suministro de mercancías la representa México porque con el corredor transístmico y los parques industriales que se instalarán ahí representan una buena alternativa a las importaciones de productos chinos, sobre todo porque el comercio marítimo por el Golfo de México y por el ferrocarril en el corredor T-MEC, bordeando el Golfo, permitirá la llegada de mercancías a todo el este y sureste de los Estados Unidos.
Esta será la nueva ruta comercial para llevar mercancías a los puertos de Nueva York, Nueva Jersey y Houston; en especial ahora que Texas, se ha convertido en el nuevo Silicon Valley de la Unión Americana. En ese contexto, ambos países tienen mucho que ganar o que perder en materia de relaciones comerciales internacionales y de cooperación.