Amor incondicional mi fuerza
Por: Humberto Famanía Ortega
Hace más de cuatro décadas, tuve el privilegio de conocer a una mujer norteña que desde el primer momento me cautivó, me refiero al amor de mi vida, Mary Elena.
Me encontraba realizando una auditoria al Hotel Mesón de los Arcos, cuando una huésped bella y jovial llegó a hospedarse con su familia, algo encendió en mi corazón que hizo vibrar mi alma. Su sinceridad y su belleza hacían gala de mi mujer ideal, lo primero que se me ocurrió fue invitarla a misa en la Iglesia de Guadalupe por la tarde en este maravilloso Puerto Vallarta Jalisco, fue en ese lugar que mi amor broto como una chispa de esperanza, frente a mi Morena del alma.
Me acordé de una visita que hiciera el Papa a México donde dijo: “El amor no es fácil, pero es lo más lindo que un hombre y una mujer se pueden dar entre sí; el verdadero amor para toda la vida.” Tomo estas palabras como acicate para seguir fortaleciendo mi relación matrimonial por 39 años. Solamente con respeto y amor incondicional puede uno sobrellevar una vida donde el binomio de casados sea una verdadera conjunción de valores. La armonía se pierde en un matrimonio cuando no existe la comunicación, por eso es recomendable unirse tanto en las buenas como en las malas, ante la felicidad y las tristezas.
En las buenas y en las malas
Cuántas cosas han pasados a través de estos años, durante los cuales han sido más alegrías, y cómo asimilamos los tiempos difíciles para poder avanzar, siempre mirando hacia adelante.
Parte de nuestra felicidad radica en que nuestro amor nació en la mutua aceptación de nuestras virtudes y defectos. La ilusión de sentirnos como dos seres integrados a nuestra propia naturaleza, fue la llama que logró penetrar en lo más profundo de nuestro ser. Recuerdo que su integridad como mujer se hacía notar, sobre todo en la seguridad de su persona al conducirse con franqueza en los momentos cruciales, sobre todo en nuestro noviazgo que se prolongó por varios años.
Cuando en la creación se dice que Dios ha esculpido el orden en la conciencia y en el corazón del ser humano. La conciencia implica saber que existimos desde un conjunto de valores individuales con una claridad de derechos y deberes propios para saber quiénes somos, y el efecto en las personas y el entorno de aquello que somos, que no hacemos o debemos de hacer. He llegado a la conclusión, estimados lectores, de que la dignidad humana tiene como punto de partida la creación, hecho mediante el cual Dios ha esculpido su imagen y semejanza en cada ser humano.
Estas bases, anteriormente descritas, han sido parte esencial de nuestra vida en pareja para seguir trascendiendo en nuestra relación, y así lograr impregnar en nuestra familia una solidaridad basada en principios que solidificaran la estructura matrimonial. Por eso en cada aniversario de nuestra boda, hacemos un recuento de todo lo que hemos pasado, desde luego acontecimientos bellos y difíciles. Cuando recordamos pasajes de nuestro caminar, nos enciende la luz de todos aquellos momentos donde juntos logramos sobreponernos ante los avatares de la vida.
La esencia del amor
La esencia de nuestro amor se funda en el respeto y el amor incondicional; recuerdo en su carta a San Pablo 1 de Corintios 13 del 1 al 8, que escribió con toda claridad sobre el verdadero amor. Si me falta amor no soy nada. Destacando el contenido de algunos versículos para aplicarlos a nuestra realidad:
“El amor no pasara jamás, las profecías acabaran, el don de lenguas dejara de existir, la ciencia desaparecerá, pero el amor queda.”
“Aunque proclame mi fe en un credo, inamovible como una montaña de fórmulas y dogmas, si no se mostrar amor con palabras y actitudes, no soy nada.”
“Aun si se repartiera todos mis bienes entre los pobres, familiares, amigos, si no tengo amor no soy nada.”
No cabe la menor duda que damos amor cuando respetamos el proceso de desarrollo de cada persona, cuando confiamos en el amor de Dios, cuando somos pacientes como Él es con nosotros, cuando brindamos ternura en momentos difíciles, cuando perdonamos todas aquellas ofensas etcétera, también cuando acompañamos las crisis de las personas sin exigir nada a cambio.
Gracias por el amor
Ante estas reflexiones no me canso de dar gracias al Altísimo por la familia que me brindó, sobre todo a mi esposa Mary que con su paciencia y profunda fe se ha convertido en mi mejor apoyo. A mi hija Maryta, que con su amor mitiga mis dolores, a su esposo Alberto siempre atento, y a mis nietas Maya y Leonor por su energía que trasmiten a su abuelo.
Solamente cuando pasamos momentos difíciles en el caminar por nuestras vidas, sabemos aquilatar a los valores de la familia, que cuando uno se da cuenta que el amor no se irrita, no se pierde el control ni la paz ante las limitaciones y las diferencias de los demás. Por eso admiro a mi hermana Guadalupe, por su entrega al ejercicio de su profesión como enfermera convertida en mi ángel blanco. A todos mis hermanos y hermanas que con su consuelo ayudan en las horas adversas, y a mis amigos que con sus consejos y cariño incondicional nos dan la fortaleza necesaria para seguir adelante con paso firme y contundente.
Admiro a mis mujeres hermosas que son la esencia del ser, pues son ellas las que dan vida, por eso debemos de acogerlas, protegerlas, y todo esto se logra cuando sabes dar amor y lo muestras. Todos los días deberán celebrarse a favor de las mujeres, pues es la fuerza que mueve al mundo. Hago votos para que siempre las respetemos evitando la violencia. Teniendo en cuenta que solamente como requisito el esfuerzo, perseverancia, superación y optimismo darán como resultado un verdadero cambio positivo para que todos vivamos en un mundo mejor.
-. VALORAR Y VIVIR EL AMOR LO MÁS BELLO DE NUESTRAS VIDAS.-