Tres Novelas en Una

Ilustración de Sio laura.tcm@hotmail.com

Por: Cristina Gutiérrez Mar

cucus.cgm@gmail.com

La muerte escondida en el aire, observó desde el parque por el gran ventanal, que él había vuelto a la lectura arrellanado en su sillón favorito.  En medio del atardecer, sentada en el roble más robusto, la muerte notó la forma perversa de cómo él se involucraba poco a poco en la novela.

Días atrás y con sus enormes ojos negros, la muerte estuvo consciente de que él había abandonado la lectura por negocios urgentes; además, constató la discusión con su mayordomo por una cuestión de aparcerías. La muerte de frente, le miró la cabeza recargada cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, donde se desgajaba línea a línea de la lectura; con los cigarrillos al alcance de la mano, dejándose ir hacia las imágenes y la disyuntiva de los héroes.

La  muerte distinguió la puerta del salón atrás de la espalda de aquel cuerpo y, lo miró cuando fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. La muerte sedienta encontró la cara extasiada de él, en el momento en que leía que la mujer entraba primero a la cabaña seguida del amante. La muerte percibió un deseo ardiente en su víctima, gracias a la pasión secreta de amor vampírico y de la unión con sangre de los protagonistas.

La muerte se coló en  arroyo de serpientes en las páginas del libro; y se dio cuenta de la manera en que el lector entraba en un diálogo anhelante, viviendo los personajes, sintiendo las caricias de libertad agazapada que enredaban los cuerpos y, al mismo tiempo, vislumbró el asombro de su próxima alma, al tener enfrente la tinta tibia que escribía que todo estaba decidido desde siempre. La muerte con pinceladas de noche, envuelta en la bruma malva del crepúsculo que acompañaba la alameda a la casa, conocía muy bien el refrán: “perro que ladra, no muerde”. 

La muerte viva, vio la forma en que el mayordomo siempre callado, cauteloso y ausente de sí mismo, entró sigilosamente por la puerta con un puñal  en la mano. La muerte con deleite sublime, apreció en los ojos del mayordomo los lamentos hipócritas y, la quijada engarrotada de placer y odio hacia él.

La muerte extasiada se quedó contemplando el último párrafo de su propia novela: la luz que traspasaba los ventanales, un respaldo de terciopelo verde, el mayordomo sin arma blanca saliendo del salón, la cabeza del hombre en el sillón y un puñal atravesado en el cuerpo de su víctima.

Cucus

 

Adaptación  del cuento “Continuidad de los parques” de Julio Cortázar.