Hay vacantes de seres humanos
Planeta Luna / Por Consuelo Elipe
Estoy escuchando una presentación sobre Turismo Gastronómico, y son tantos aspectos los que se abren y tantos temas que son vitales para un destino como el que vivimos, que es difícil de poner todos en orden, darles estructura y cumplirlos.
Estamos justo en un momento en el que uno de los temas de mayor preocupación de la industria es el capital humano, no solo tener personal, sino que estén perfectamente formados. Hablamos cada día con restaurantes, hoteles, empresas turísticas y no hay ni una sola que no necesite personal. No hay meseros, no hay albañiles, ni personas de limpieza, ni para atender tiendas, cara al público, ni profesionales especializados en el área que se te ocurra.
Sabemos que no es un tema solo de aquí, es mundial, pero eso no nos consuela nada ni nos ayuda. Las consecuencias de esta situación tienen muchas ramificaciones para el destino. Por un lado, hay negocios que no pueden abrir porque no encuentran completar los puestos necesarios para dar el servicio.
Los que están abiertos, la mayoría, no dan un servicio adecuado, hemos ido bajando y bajando en amabilidad, en rapidez, en ¡calidad! Porque además la gente que trabaja en un restaurante u hotel está en muchos casos doblando turnos por lo que su cansancio, abatimiento y a veces mala leche se traslada a los clientes.
Y está pasando, que con tal de llenar las funciones que urgen, se aceptan a personas no cualificadas que solo hacen empobrecer las empresas y su servicio al cliente.
Se buscan personas de donde sea, eso hace también que el destino pierda el apego que de forma natural tienen los nacidos aquí (tampoco es fórmula matemática o que se lo digan a algunos políticos), o los que llevan mucho tiempo y ya lo aman como propio.
Sabemos que el COVID y su alargamiento en el tiempo, han sido en gran parte culpable de esta situación dramática. Las personas de la industria restaurantera u hotelera, que tuvieron que buscar opciones ante la falta de turistas, descubrieron una nueva forma de vivir, con menos compromiso, menos horas, menos esfuerzo y mucha más familia por lo que ahora es difícil cambiar esa dinámica.
Aunque mi opinión es que estamos echando la culpa de todo al COVID, cuando el cambio de mentalidad lleva gestándose mucho tiempo y varias generaciones. Tanto hemos insistido en que los jóvenes vivieran cada día como el último, que para qué van a querer estabilidad y hacer una carrera en una empresa. Las redes sociales han sido otro gran vehículo de cambio, las personas hoy en día no quieren nada parecido a lo que quisieron mis padres o yo misma. Y por supuesto la incorporación de las mujeres al mundo laboral cambió la forma de atender a los hijos, sus dinámicas y costumbres. Todos estos factores y muchos otros nos han traído a ser la sociedad que somos con diferentes sueños, objetivos y forma de vida.
¿Cuál es la fórmula entonces para salir de esto? ¿Volverán las cosas a su cauce?, ¿volveremos a creer en la estabilidad, la seguridad, las prestaciones que dan las empresas? O ya esto es un camino de no retorno…
¿Tendrán las empresas que hacer una reflexión profunda y cambiar desde sus raíces para adaptarse a la nueva mentalidad, a los jóvenes que tienen unas ideas, objetivos y deseos que nada tienen que ver con los que generaciones atrás teníamos?
Ser emprendedor por supuesto que es positivo, ¿pero no se nos ha ido la mano promoviendo el emprendurismo? Si todos tenemos una empresa, ¿quién va a trabajar para otro?
Tengo también la sensación que tantos gobiernos bolivarianos, gobiernos que solo quieren separar y dividir, y que ven a las empresas como al demonio, no ayudan en nada. Sin empresas no hay nada, sin empresarios no hay riqueza. Si todos nos volvemos hippies mañana y nos ponemos a recorrer el mundo con una mochila, sin pertenencias ni ataduras, sin compromisos, ni reglas, viviendo cada día como el ultimo, qué sociedad del bien estar tendrán las generaciones futuras. ¿No es egoísta e infantil?
Qué de preguntas sin respuesta. Este COVID ha venido a completar muchos procesos, nos ha desnudado el alma, y lo que veo no es nada bonito.