El Angelote
Voceros Incansables / Por Félix Fernando Baños
Impasible espectador -por varios años- de los juegos infantiles y de los espectáculos presentados en la Plaza Aquiles Serdán, el Angelote llegó a Puerto Vallarta en 1970 como acompañante de Los Arcos y provino con seguridad de la misma demolición, no se sabe todavía si de algún convento o de alguna hacienda, ciertamente de las cercanías de Guadalajara como se podía suponer por el material de que estaba hecho, la típica cantera oscura porosa, cargada de fragmentos de tezontle y otras rocas ígneas.
Su simpática presencia se debió al Presidente de la Junta Federal de Mejoras Materiales, ingeniero Alberto Uribe Valencia, cuyo dinamismo emprendedor remodeló la Plaza de Armas y convirtió la parte de la Plaza Aquiles Serdán que limitaba con la calle Zaragoza en un teatro al aire libre, a la manera de los teatros griegos clásicos, en ocasión del encuentro que tuvieron en Puerto Vallarta los Presidentes Gustavo Díaz Ordaz y Richard Milhous Nixon para arreglar el diferendo fronterizo de El Chamizal.
El Angelote quedó al comienzo de Zaragoza, como si fuera el guardián de los niños que correteaban por las graderías. Ciertamente contó con su afecto, como lo demuestra la presencia infantil en la mayor parte de las fotos que nos quedan, así como la nostalgia de quienes jugaron a su vera y ahora son adultos.
Solemne, tranquilo y sonriente, erguido con aire victorioso sobre un trozo de columna acanalada, la mano izquierda empujando con firmeza el cabo de la lanza, que la derecha dirige para clavársela al diablo tirado a sus pies, el Angelote vestía botas ornamentadas, doble coraza y lucía el cerquillo de una corona. Muy al gusto del ultrabarroco mexicano, la parte inferior de su cota se transformaba en una cauda que arrastraba por el suelo. Lo del diablo tirado a sus pies es un mero decir, porque de él ya sólo quedaban unos fragmentos.
La falta de mantenimiento y el maltrato del público, afectó mucho al Angelote, al que fueron desgastando al correr del tiempo. Pero fue la erosión marina la que acabó con él. La piedra de que estaba hecho se desmoronó paulatinamente, hasta que un día se vino abajo la parte superior de la figura, tallada en un bloque distinto del resto. Durante cierto tiempo los paseantes estuvieron viendo en su sitio lo que había quedado del Angelote, que era de la cintura para abajo. Se creía que las autoridades lo habrían mandado reponer, dada su importancia como referente urbano, pero después se retiró todo y lo único que sobrevivió del Angelote fue el recuerdo.
El Angelote era una versión barroca del arcángel San Miguel pisoteando al diablo. El cantero anónimo que lo esculpió nos dio una versión popular de la figura del arcángel, común en el siglo XVIII, como lo muestra una fotografía del genial escritor Juan Rulfo, donde se muestra una talla semejante instalada en el patio de ingreso del antiguo seminario de Guadalajara (1730), actualmente Museo Regional. fbanoslopez80@gmail.com