Violencia Psicológica
Psicosíntesis / Psic. Demetrio Hernández Llamas
Como todos podemos apreciar a través de las noticias diarias, las campañas y las experiencias personales, el tema de la violencia está presente en la mente de todos. Los docentes tienen la encomienda del Estado de prevenir la violencia en los centros educativos mediante la utilización de protocolos de actuación. Se han instalado sistemas de monitoreo en las calles con cámaras, botones de pánico, y algunos esfuerzos se centran en la subcategoría de la violencia psicológica. ¿Dónde se manifiesta? ¿Podemos hacer algo para prevenirla?
La violencia psicológica se ha definido como el acto de descalificación verbal constante hacia otras personas, utilizando insultos, difundiendo calumnias y humillaciones por la condición o las conductas de la persona afectada. Los adjetivos o actos que nulifican a la persona agredida también pueden ser por razones económicas, privando a quienes dependen del dinero de otro, como padres o cónyuge, causando un daño a la autoestima o a la estabilidad emocional de quien recibe el maltrato.
Estos ataques son especialmente graves cuando se ejercen contra menores de edad, personas de edad avanzada o cualquier otra condición de vulnerabilidad. Frecuentemente, esta violencia se asocia con otros tipos de agresiones como el abuso físico y sexual, hoy en día tipificados como delitos. Cuando esta violencia es dirigida de padres a hijos o de docentes a alumnos, los daños psicológicos pueden afectar notablemente a los menores en su vida futura, lo que hace que sus efectos sean más devastadores.
La violencia psicológica y sus efectos se basan en la teoría psicológica del “trauma”, que parte de la idea de que hay eventos violentos de orden verbal que producen un daño permanente, especialmente en los tiempos de constitución y desarrollo de los menores de edad. Jurídicamente, solo se presenta como evidencia cuando es certificada por un perito en materia psicológica.
No obstante, el maltrato psicológico, como también se le llama, puede ser ejercido contra adultos, a veces por los propios miembros de la familia. Las personas objeto de estos ataques están vulnerables o bien no muestran solidez y seguridad personal en su forma de interactuar con los otros. Sin embargo, los mayores efectos nocivos provienen de quienes se supone deben forjar su carácter, darles certeza de aceptación, validación y reconocimiento como sujetos importantes en la sociedad.
A consulta psicológica, por lo regular, no se acude por esta razón explícita, sobre todo porque en muchas ocasiones este tipo de violencia se encuentra un tanto invisibilizada, lo que provoca resistencia a dimensionar los actos que dañan. Es más probable que se solicite atención por problemas en la escuela o en relaciones de pareja y, conforme avanza el análisis de las personas, se van develando dinámicas de violencia psicológica, a veces sutiles y otras muy obvias, que en ocasiones ya se han convertido en un modus operandi de convivencia sin advertir que son actos de violencia.
Tanto en el ámbito jurídico como en el de la clínica psicológica, debemos evitar revictimizar al sujeto que está siendo maltratado, independientemente de si sabe con claridad que es objeto de violencia.
Los primeros pasos a seguir incluyen el reconocimiento de la dinámica de quienes ejercen la violencia y de quienes la sufren. Posteriormente, se irán construyendo nuevos significados y se otorgarán recursos para visualizar no solo el acto de agresión, sino también las razones de estos actos, que en muchos casos son inconscientes. Con ello, se creará una subjetivación diferente para que el paciente se desmarque de esa posición, tanto de víctima como de victimario, evitando seguir justificando los actos destructivos desde ambas posiciones.
Por lo general, son las personas cercanas a quienes se encuentran en una dinámica de violencia psicológica las que logran advertir más fácilmente las interacciones violentas. Aunque se comunique esta situación, los involucrados no necesariamente logran apreciarla plenamente. Por lo regular, se logran más avances en el acompañamiento profesional para conseguir cambios que mejoren la calidad de coexistencia entre los consultantes y sus seres queridos o compañeros de trabajo, si fuera el caso.