Vida sexual y parentalidad
Estimado lector, permítame usted en esta oportunidad tratar de hacer algunas reflexiones, y plantear algunos puntos de orientación respecto a la vida sexual de los padres cuando tienen hijos, desde bebés hasta ya no tanto.
La vida de los padres se transforma con la llegada de un nuevo ser, eso lo sabemos de antemano los que tenemos la fortuna de ser padres, ello no significa que tiene que ser una transformación negativa o que ya no se pueden hacer las actividades o las cosas que nos agradaban solos o en pareja. Lo que quizás sí tendremos que hacer es adecuarnos a las nuevas circunstancias y considerar que no son las mismas condiciones que antaño.
Por principio de cuentas debemos entender los tiempos de crianza. Hablemos de la venida del nuevo ser. Considerando que el periodo “oficial” de diversas consideraciones médicas y emocionales es de 40 días después del alumbramiento, muchos hombres principalmente piensan que ya se pueden tener relaciones coitales como se tenían anteriormente, y pues no, la realidad de la mujer recién parida ni ella misma sabe cuál será. Si es que tendrá complicaciones orgánicas o emocionales es un misterio que se irá dilucidando conforme pasen los días, no podemos prever y de hecho nadie, cómo se va a sentir integralmente. El hecho mismo del embarazo ha transformado a la mujer en alguien que ya no es, es decir, la mujer ha cambiado y ahora su psiquismo le pide atender una vida que antes no existía, apegada dicha exigencia no solo a las presiones sociales y de la pareja, sino de igual manera a lo que ella misma ha deseado.
Los padres hombres, por otra parte, si bien ya estaban esperando la fecha para ejercer sus derechos sobre sus necesidades sexuales, deberán entender que esto no es por decreto o en automático. La mujer requiere independientemente de estos 40 días, saberse y sentirse segura y confiada de lo que desea hacer.
Aunque por otra parte, el padre también tiene una función muy importante con la venida de su hijo, pues a él le corresponde la doble función de ser escindidor y dinamogénico. Es decir, será sano igual que cuando la madre se embelese con su hijo, el padre sea parte de ello, o incluso se lleve a mamá fuera del entorno, por ejemplo a la hora de que el niño deberá dormir en su espacio vital solo después de los 40 días de nacido.
Y dinamogénico en el sentido de poder sacar a la madre de la presión permanente que implica el cuidado que requiere un recién nacido, pero que no se confunda en pensar que no ejerza sus funciones de madre, hablamos aquí solamente de que el padre pueda ser un apoyo, y ayudar a la madre haciendo cosas que en otros tiempos eran asignadas por machismos solo a la madre, como cambiar pañales, bañarlos, darles alimento, cargarlos, jugar cariñosamente con ellos entre otras funciones.
De esta manera la madre sentirá realmente un apoyo de compañero, y será más corto el tiempo que transcurra para que ella desee realmente estar en la intimidad con su pareja, pues recordemos que las presiones de la maternidad y la multiplicidad de tareas igual generan estrés y ello no es una buena condición para desear tener una vida sexual más activa.
Por otra parte, vale decir que si las bases son sólidas en la pareja respecto a su relación, entenderán ambos padres que los momentos para todo se pueden organizar, y no se utilizará la vida sexual como un pretexto o forma de presión o chantaje para negociar con la pareja, ello envilece la vida de los padres y manda mensajes erróneos al nuevo ser sobre su razón misma de existir.
Las precondiciones de la pareja son la base de la salud o enfermedad mental de un hijo, vale la pena considerarlo para la elección misma de la pareja y para la planeación de los propios hijos.