“El Vallarta de mi infancia era hermoso…”: Lolita Covarrubias
Miguel Ángel Ocaña Reyes
El próximo 31 de mayo, Puerto Vallarta cumplirá un siglo de existencia como municipio, periodo en el que pasó de ser un pueblo de pescadores a uno de los primeros destinos turísticos de México, pasando por diferentes etapas a lo largo de su historia, hechos que han sido rescatados en diversas publicaciones escritas por emigrantes o vallartenses, quienes comparten parte de sus memorias como una forma de mantener viva la imagen de un pueblo que siempre se caracterizó por su belleza y cercanía con la naturaleza, pero sobre todo por el carácter afable sus pobladores que han cautivado a cientos de ciudadanos que adoptaron la ciudad como su terruño.
Una de las familias más representativas de Puerto Vallarta es Covarrubias Sánchez, quien hoy en día es encabezada por la señora Lupita Sánchez de Covarrubias, quien ha dejado su huella plasmada en este destino gracias a su importante y constante labor altruista, y a su esposo el señor Salvador Covarrubias, quien fue todo un personaje de en la ciudad en la década de los cincuenta.
En entrevista, Lolita Covarrubias narra y comparte con nostalgia la visión del Puerto Vallarta de hace sesenta años.
¿Cómo era el Vallarta de su infancia?
El Vallarta de mi infancia era hermoso, yo nací el 16 noviembre de 1951, precisamente estaban celebrando en Puerto Vallarta cien años de su fundación, esto me lo platicó mi mamá por supuesto. Mi infancia fue de lo más feliz del mundo, siempre vivimos en la calle Morelos, en aquel entonces era Morelos 233, ahora es Morelos 297, teníamos una casita chiquita muy bonita, la recuerdo con dos recamaritas, una cocinita y un patiecito con unas flores, mis papás empezaron con un negocio, la joyería La Azteca en el año 1954, ese año nació mi hermana la segunda, y tuvieron su negocio con plata y otras cosas.
¿Quién fue el señor Salvador Covarrubias?
Fue todo un personaje, nació en Mascota Jalisco en 1917 y se quedó huérfano a los dos años, entonces mi abuela con su familia, invitada por un señor de la localidad, Don Cuco Gutiérrez, todo un personaje, y otros señores, los invitaron a vivir a Vallarta, porque en Mascota en ese entonces habían quedado muy pobres a raíz de la enfermedad de mi abuelo, eran cuatro hermanas y cinco hermanos, mi papá tenía cinco años cuando llegó a vivir a Puerto Vallarta entre 1923 y 1924. Mi padre fue barrendero de la escuela 20 de Noviembre, fue sastre, peluquero, enfermero, era cuando iniciaba la penicilina, luego se casó con mi mamá en el año 49 el primero de agosto, esos eran sus oficios, llegó a cuarto año de primaria, le encantaba la pesca, se iba a los torneos de pesca, en alguna ocasión fue campeón. En la casita pequeña tuvieron la joyería La Azteca, empezó chiquitita en una habitación de la casa en la calle Morelos.
Yo tuve una niñez muy feliz, unos padres entregados a nosotros, un padre excelente proveedor, esposo, padre, amigo, compadre, la verdad yo estoy muy orgullosa de mi papá, llegó a tener su negocio de joyería muy próspero, tuvimos clientes importantísimos como Liz Taylor y John Huston, gente de ese nivel que vinieron a Puerto Vallarta y que les gustaba ir al negocio
¿Quiénes eran las familias de entonces?
Crecimos rodeados de amigos y familias muy queridas, entre ellos el señor Félix Macedo y su esposa, el señor Carlos Preciado que le decían el “Chapetes”, que eran nuestros vecinos de enfrente, con Cuquita, Carlos y Victorino, en la otra esquina vivían los Gómez, Popo, Renato, Ernesto, que después se casaron y ahí siguieron viviendo con sus hijos, y luego la familia Zaragoza que vivía en la otra esquina, que era Don Nacho Zaragoza y Doña Meche Curiel, tenían varios hijos, éramos familias, la familia Palacios, Carlos Robles con su esposa y sus niños, Don Miguel Cervantes y su esposa Tere, enfrente de con nosotros vivía una viejecita muy linda que se llamaba Domitila García de León, en seguida vivía Doña Lola con dos hijas, y esos éramos los que conformábamos el barrio, el vecindario donde a mí me tocó crecer, éramos amigos de todo mundo.
¿Quiénes eran los personajes de ese entonces?
Yo recuerdo a un señor que se llamaba Cuco Gutiérrez, Don Cuco Gutiérrez era un hombre que se caracterizaba por su alegría y generosidad, lo recuerdo a él sentado en la puerta con unos chiquigüites de naranja y de lo que se producía en su rancho que es ahora Las Gaviotas, y enfrente regalándole a todo mundo, así también recuerdo a Don Toño González, el papá de los González Lomelí, en su casa sentado afuera, repartiendo fruta, aguacate, repartiendo a todo mundo, Don Toño tenía sembradíos de azucenas en su rancho, y era una belleza todo el campo, y aparte sembraban otros productos.
¿Qué fue lo más importante que aprendió de sus padres?
La honestidad, la lealtad, el ser agradecida…
¿Cómo era una tarde típica en el Vallarta de los cincuentas?
Yo recuerdo un Puerto Vallarta hermoso, tranquilo, de amigos, era común sentarnos en las banquetas, sacar los equipales y las sillas, sentarnos en las banquetas y platicar con los vecinos, o simplemente la familia, cuando nosotros éramos chiquillos íbamos a jugar futbol en el malecón, mi hermana y yo éramos las porteras, jugaban Popo Gómez, Nacho Cortés, Arturo Gómez, entre otros, nunca tuvimos miedo de un rayo y todo eso, y cuando llovía nos salíamos a la calle. De esa época tengo un recuerdo muy importante, mi mamá nos hacía unas donas, entonces como no tenía manera de cortarlas, con una copita de tequila hacía la perforación de la bolita, y entonces nosotros llegábamos y nos peleábamos por la bolita del centro, era una tradición; y nuestra cena eran unos frijolitos aguados muy sabrosos que luego los vecinos, por ejemplo el licenciado Ernesto Gómez que en paz descanse y que todavía fue vecino y después se casó con la señora Rosa Elia, venía y nos preguntaba, “¿Chava, ya van a cenar?”, y nosotros le respondíamos, “pásate Neto”, “yo quiero frijolitos”, decía, le encantaban los frijoles aguados, mi mamá los hacía con queso, todo era muy familiar, como amigos, familia, conocidos, obviamente si moría una persona, todo el pueblo estaba ahí, era un pueblo muy lindo.
¿Cómo se dieron los primeros cambios en Vallarta?
Todo fue paulatino, dicen que un parteaguas fue cuando llegó Elizabeth Taylor y Richard Burton, pero no, yo creo que fue paulatino, por ejemplo mis papás tuvieron una amiga americana que se llamaba Emy Rado, ella en 1957 ya venía a vacacionar aquí al hotel Rosita, se hizo muy amiga de mis papás y de nosotros, ella murió en el 60, pero ya había traído a varios amigos norteamericanos, y había personas que venían, así empezó el turismo, después de Emi Rado llegó otra señora amiga de nosotros, Lolita Maxwell, había también otra familia que venía…
¿Cómo se enteraron de Puerto Vallarta?
Yo creo que ya de alguna manera ya estaba siendo más conocido Puerto Vallarta, en ese entonces había un servicio de avión Vallarta-Mascota-Talpa-Guadalajara, la famosa Guajolota, luego Mexicana de Aviación puso un vuelo también y así empezó, antes estaban los Transportes Aéreos de Jalisco, pero antes de eso ya llegaban algunas personas a Vallarta.
¿Qué hoteles había?
El Rosita, creo que el Paraíso y un mesón que no recuerdo el nombre ahí en el hotel Océano…
¿En qué juegos se entretenían de niños?
Jugábamos a las canicas, a la pelota, al futbol, a ir al cerro a caminar, recoger coquitos de aceite a lo que eran las tejerías, donde está SEAPAL ahorita, íbamos al Salto a bañarnos, atrás de la colonia Agua Azul donde estaba una cascada, íbamos al río, al mar, había muchas cosas qué hacer aquí…
¿Cómo era el entorno natural?
Hermoso, mi padre luchó muchísimo, yo digo que mi padre fue el primer ecologista vallartense, luchó porque no se destruyeran los cerros, porque las personas cortaban las palmas de coco para sembrar y esos coamiles solamente se sembraban un año porque la tierra no era muy buena, me acuerdo que mi papá ponía anuncios en el cine que mandaba a hacer en los que pedía que no destruyeran las palmas, que las conservaran…