Titánica labor en la vacunación de adolescentes Pfizer de UMF 19 IMSS de Mezcales
Medicina Familiar
Marco Antonio Inda Caro
Médico de Familia
Desde las 8 de la mañana ya se estaban formando los adolescentes de 15 a 17 años para recibir su primera dosis de la vacuna Pfizer, la noticia causó furor entre la población, se había publicado 3 días antes y para las 2 de la tarde, la fila ya le daba vuelta rodeando a la clínica; en su primer día casi 1000 jóvenes recibieron la vacuna en casi 4 horas.
Todo bajo las órdenes de la directora Dra. Erika Niehus y su jefa de enfermeras Laura Carlos, quienes atinadamente dirigieron y orquestaron tal evento. Entre los asistentes había incluso padres de familia de hijos con discapacidad, quienes preocupados por la protección de sus hijos hicieron fila bajo los efectos radiantes del sol.
Decía un padre de un adolescente con discapacidad: “Es injusto, cruel y de poca madre que el resto de la población no se vacune.”
El 80% de los pacientes que llegan a urgencias por COVID-19 no están vacunados, siendo los niños y adolescentes el medio para que el virus llegue a los más desprotegidos, ya que la mayoría no presenta signos ni síntomas de la enfermedad.
Era una algarabía que hacían los jóvenes que se dieron cita para recibir el biológico, fueron 3 días de vacunación sin contratiempos, bien portados y ordenados.
Le toca el turno a un joven de aspecto buchón de complexión delgado, iba vestido con cachucha, pantalón de mezclilla, tenis tipo bota de marca con la lengua de fuera, camisa manga larga de color azul plateado, desabrochada enseñando el pecho lampiño hasta los rectos abdominales bien marcados con un arete blanco al lóbulo derecho, sonriendo dijo: “Estoy nervioso, tengo ganas de vomitarme”. “Si lo haces, serás la burla de todos, así que mejor aguántate”, le responde un acompañante. Se sienta en la silla que rodeaba a 2 mesas pegadas y 6 sillas alrededor, a la cabeza 2 enfermeras especialistas que preparaban las jeringas listas para ser aplicadas a 6 jóvenes con risas nerviosas.
Desde su llegada una señora de aspecto enfadado con cejas fruncidas, nariz hinchada y labios finos, llega con su nieto de 16 años y de 1.80 metros de estatura, a quien agarra de su mano jalándolo hacia las mesas, previo había pedido permiso a personal de bienestar por una discapacidad llamada Síndrome de Asperger, un tipo de autismo que se manifiesta por un trastorno del comportamiento que afecta la capacidad de socializar y comunicarse con efectividad.
Me acerco a ella, ya que el tono de su voz estaba llamando la atención de la mayoría, su nieto no aceptaba la vacuna por miedo al piquete, le pregunté: “¿Y los papás?”, “No me ayudan, desde chiquito me lo dejaron, yo ya estoy enferma del corazón, tengo una cirugía programada aquí en la 33, ya estoy vieja y cansada, pero es por su bien, siempre batallo cuando le sacan sangre.” Lo convenzo de pasar adentro de las instalaciones casi empujándolo, a un área fuera de las miradas, ya que los espectadores que no quitaban su vista a la escena que estaban viendo, logrando convencerlo agarrandolo amablemente permitiendo la aplicación del biológico, así la abuela contenta y satisfecha de tal acontecimiento.
Hubo risas nerviosas al por mayor, crisis de ansiedad y crisis de miedo, que se manifestaban con náuseas y vómitos, jóvenes que valerosamente se sentaban con mucho miedo en forma de fila india esperando su turno, sosteniéndose la manga de su ropa, hubo quien no se inmuto a gritar precisamente al momento de ser introducida la aguja y el líquido.
Siendo un ejemplo a seguir, concluyo que el no aplicarse este tipo de biológicos para mi sano juicio sigue siendo una infamia, una calumnia para la madre naturaleza y una ignominia (ofensa grave al honor y dignidad de las personas que rodean aquel).