Tema delicado, pero necesario: Eutanasia
Educación y Parentalidad / Dr. Jesús Cabral Araiza
La muerte llegará a su tiempo, no la aceleremos, no la forcemos, no es necesario buscarla. La mejor manera de afrontarla es vivir intensamente cada experiencia humana.
A lo largo del tiempo, los mexicanos hemos sido capaces de sobreponernos a un sinfín de retos y calamidades, algunas de ellas naturales y otras, producto de personas nefastas que, con su desastroso actuar, afectan a la sociedad y a las leyes que la rigen. Tal es el caso del tema que nos ocupa en estas líneas. A través del tiempo, el concepto ha significado realidades muy diferentes. Etimológicamente, la palabra “eutanasia” (del griego “eu”, bien, y “thánatos”, muerte) no significa otra cosa que buena muerte, o bien morir, sin más.
Sin embargo, esta palabra ha adquirido desde antiguo otro sentido, algo más específico: procurar la muerte sin dolor a quienes sufren. Este significado sigue siendo ambiguo, pues la eutanasia, entendida de esta manera, puede representar realidades no solo distintas, sino profundamente opuestas entre sí, como el dar muerte al recién nacido con alguna deficiencia que se presupone llevará una vida limitada, asistir al suicida para que consuma su propósito, eliminar al anciano que se considera ya no vive una vida digna, o abstenerse de prolongar tratamientos dolorosos o inútiles que solo alargan una agonía sin esperanza de curación.
En México no se ha legislado lo suficiente para llegar a un consenso que permita entender y aplicar una ley integral más humana que contemple, por un lado, el derecho humano a acceder a una muerte digna y, por otro, que haga posible esta muerte digna de la manera más humanitaria posible.
Conviene aclarar que no pretendemos apoyar a las personas deprimidas o con ideación suicida a lograr su cometido; nada más alejado de la realidad. De hecho, existe un buen ejemplo de lo que no debemos hacer para alentar esta conducta suicida, reflejado en la película Siete almas, protagonizada por Will Smith. En ella, vemos a un personaje que, aunque funcional, cae en depresión tras un accidente en el que él fue el responsable y que resultó en la muerte de un ser querido. Después, se propone encontrar a siete personas a quienes donar partes de su cuerpo y bienes materiales (una casa y dinero). Sorprende cómo se romantiza esta historia, dejando la impresión de que hizo bien, cuando en realidad nada está más alejado de la verdad.
En lo personal, pienso que se debe privilegiar la vida en todas sus manifestaciones, aunque también debe existir la posibilidad de que una persona, de forma consciente, decida abandonar este mundo en circunstancias que le resulten imposibles de afrontar y superar. Los estados depresivos no deberían ser la causa principal de esta decisión. Quizá por esto, el campo de la medicina es en el que más se ha avanzado en torno a este tema, aunque no siempre se consideran aspectos integrales en el área psicológica o del bioderecho.
Sabemos que no es un tema fácil de enfrentar. A pesar de que Octavio Paz señalaba que los mexicanos tenemos una relación muy cercana con la muerte, riéndonos o burlándonos de ella, creo que, en el fondo, esa es nuestra manera de confrontar uno de nuestros temores básicos.