Tecnología para la planeación

La ciudad imaginada / José Alfonso Baños Francia

Con la nueva administración, se abre una oportunidad para recuperar el papel de la planeación urbana como un agente de cambio social.

La planeación urbana es un conjunto de normas e instrumentos técnicos que tienen como objetivo conducir el proceso de expansión de una ciudad con racionalidad. Esto emergió con la Revolución Industrial, cuando se aceleró el proceso migratorio del campo debido a la disponibilidad de trabajo en las urbes.

Durante el siglo XIX en Alemania se dieron las bases de la actividad en torno a un concepto: la zonificación. Esta herramienta regula el uso del suelo en los predios de acuerdo a sus características y vocación. Años después, se consolidó el paradigma de la zonificación en el Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM) ocurrido en Atenas en 1933 a partir de cuatro actividades en el entorno urbano: habitar, trabajar, circular y recrear. Estos principios fueron adoptados por varios países, incluido el nuestro, constituyendo el núcleo básico de la planeación, mismo que ha permanecido sin mayores modificaciones hasta nuestros días.

Pero el mundo ha cambiado radicalmente y las ciudades también; pese a ello, seguimos atrapados por el mismo método para planearlas, enfrentando desgastes en el plano teórico, desacreditado en la práctica y desorientado ante los cambios sociales y económicos que afectan las condiciones de los residentes.

Si ello lo trasladamos a regiones con vocación turística, como ocurre en la zona metropolitana de Puerto Vallarta y Bahía de Banderas, el problema se complejiza porque se imponen intereses inmobiliarios gracias al apoyo (o franca complicidad) de las autoridades municipales vinculadas al desarrollo urbano. Así, los instrumentos de planeación territorial no son implementados porque imponen un límite al apetito desmedido de agentes que lucran con el territorio privatizando para su beneficio la plusvalía y socializando las cargas a la comunidad.

Por otro lado, hay obsolescencias teóricas e instrumentales importantes: la zonificación y el control del uso de suelo ya no son efectivos porque no responde a las realidades de la ciudad actual, cambiante, flexible y multifuncional.

El acceso a tecnología de base territorial puede constituir una oportunidad para alcanzar una planeación que atienda los retos de la actividad turística; ello implica dos asuntos cruciales: 1) que los municipios apliquen los instrumentos de ordenamiento y, 2) se echen a andar procesos de gobernanza que faciliten la coordinación administrativa, colaboración público-privada, participación social, transparencia y el seguimiento y control de políticas, es decir, vuelvan eficaz la gestión.

Con la inminente llegada de nuevas administraciones en la región se abre una oportunidad para recuperar el papel de la planeación urbana como un agente de cambio social apoyada por nuevas herramientas y métodos, conscientes de sus ventajas y sus limitaciones, riesgos e impactos.

La digitalización va más allá de la mera tecnificación y automatización de procesos. Implica modelar un ecosistema donde prevalezcan los principios de rentabilidad social y se configuren destinos que aprendan, capaces de ofrecer buenas condiciones de habitabilidad a sus ciudadanos y visitantes.