Soberbia de los políticos

Fuera los falsos redentores y a los agoreros de desastre, pues somos un pueblo con memoria histórica y solidarios en los momentos difíciles

Por: Humberto Famanía Ortega

He tratado de comprender el porqué de la transformación de quienes por azares del destino han llegado a tener un puesto público de buen nivel, en los tres niveles de gobierno. La verdad creo que es un síndrome denominado la  adulación que los llega a sentirse seres superdotados, que tan sólo al pronunciar su nombre parece ser que los hilos de los destinos de un pueblo se mecen al vaivén de los caprichos de quien nos gobierna. Qué lejos estamos de aquellos tiempos donde la sencillez era la principal herramienta para abrirse camino en el servicio público.

Cuando se acercan los fines de sexenio o trienio, es usual observar la partida de quienes buscan acomodarse en otros puestos, dejando sólo al titular del ejecutivo llámese federal, estatal o municipal, he aquí la deslealtad. Miles de ejemplos se pueden dar, por eso deben de grabarse en sus cabezas quienes tienen bajo su responsabilidad dichos cargos, que deben tomar en cuenta que son circunstanciales, casuísticos, pasajeros y para hacer amigos. Después de estas encomiendas, vemos con tristeza que muchos buscan afanosamente hacerse notar, pero ya es demasiado tarde, pues su comportamiento los hace susceptibles al desprecio y luego al olvido.

Ajonjolí de todos los moles

Existen muchos funcionarios públicos dueños de una extraña enfermedad que se esmeran por ser “ajonjolí de todos los moles”, hasta lograr lo que quieren, por ejemplo hacerse notar al igual en los eventos empresariales y políticos, como en eventos sociales, deportivos, culturales y artísticos, como figuras decorativas olvidando su presencia en donde la problemática social los necesita. En fin, son formas de gobernar de cada quien, pero el grueso de la ciudadanía no olvida. Acordémonos que el juez más implacable de una comunidad, es el mismo pueblo.

También debemos de tomar en cuenta que muchos que llegan a gobernar, en sus orígenes fueron muy humildes e inclusive relegados durante sus años de formación, y una vez que consiguen el poder buscan salir de esa invisibilidad que tanto los dañó. Hasta los complejos salen a relucir, así sus actitudes no son las más adecuadas, mermando considerablemente sus aptitudes; ¡qué lástima!, por eso se necesitan servidores públicos honestos en donde el poder servir se convierta en primicia para lograr ejercer a cabalidad la responsabilidad encomendada. El quehacer político conlleva, entrega total, y no es recomendable para improvisados, los tiempos actuales demandan experiencia y vocación comprobada.

 

El político moderno 

Haciendo un análisis de la nueva política; es importante hacer notar que la beligerancia de la opinión pública y el protagonismo de los medios masivos de comunicación, son indicadores del desarrollo político. El político moderno se debe desempeñar eficientemente en los medios, y mostrarse a la sociedad, si desea comunicarse con ella y contar con su respaldo. La vieja política no sobrevive a la luz; su medio es la oscuridad, o por lo menos, la penumbra; carece de ideas o si las tiene se las guarda, existe mucho egoísmo. Hoy en día las cosas han cambiado; existe una oposición combativa, una prensa implacable y una ciudadanía impaciente y contestaría. 

Cada día vemos cómo la desconfianza va en aumento, los partidos se ven muchas veces acorralados por los intereses de grupúsculos que sienten que sus canogías ya han sido rebasadas. Los mejores hombres y mujeres deberán de salir de una verdadera consulta, dejando a un lado caprichos de unos cuantos. En la nueva tónica de la política deberá de manejarse la verdad sin envolturas emocionales, conscientes de que la verdad es un valor político de la democracia, porque quien piensa que un pueblo no la puede conocer, realmente está postulando que no puede gobernarse así mismo.

Sinceridad con los gobernados

Es tiempo de ser sincero con los gobernados ya que conocer la verdad es reconocer que la realidad tiene límites y siempre se debe de saber lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer. No se puede esconder lo que todo mundo sabe, al contrario, es deber de los tres sectores de la población el contribuir a la solución de los problemas más demandantes, empezando con el sector gubernamental de los tres órdenes de gobierno.

Todos sabemos de la crisis económica y sus efectos a nivel nacional, además de los niveles de inseguridad; el ánimo de la gente se ve muy afectado, todo esto hace indispensable que la Presidencia de la República se maneje con serenidad al igual los gobernadores de los Estados y presidentes municipales. Mientras más impaciencia, angustia e irritación haya en un pueblo; más equilibrio, ponderación y cálculo debe tener un gobernante.

Ahora en nuestro País, el desarrollo que ha alcanzado la pluralidad y la opinión pública y deterioro del bienestar social, hacen que un gobernante perspicaz se proponga a la obtención del respeto del pueblo. Solamente con trabajo organizado y con una verdadera planeación de los recursos, buscando siempre la consulta popular, podrá salir adelante.

Carisma maquiavélico

Lo que debe de quedar muy claro es que una democracia no se puede gobernar si se llega a ser impopular, pero también es cierto que la búsqueda de una falsa popularidad con recursos de ingenio o manipulación de la comunicación social, es una estrategia que difícilmente rendirá los frutos esperados. Sólo un ingenuo puede ignorar que en un marco de crisis; el carisma, la maquiavélica maniobra del poder, los activos de gobierno; pueden menos que el alza de precios en los insumos y servicios prioritarios a la ciudadanía, los rezagos de los salarios reales, la inseguridad etcétera. Urgen medidas donde se muestren las potencialidades y rezagos para equilibrarlos en busca de prosperidad.

En fin distinguidos lectores, no cabe la menor duda que a fin de cuentas lo único que nos pertenece es el momento actual; sólo en este medio nos podemos plantear actos libres, sólo en el instante presente establecemos una autentico contacto con la realidad. Hoy en día somos un pueblo con mayor conciencia, y por ende más demandante, los actuales tiempos nos hacer ser más cautelosos, por eso debemos apostar a gobiernos más honestos y organizados con un espíritu de servicio a prueba. 

Fuera los falsos redentores y a los agoreros de desastre, pues somos un pueblo con memoria histórica y solidarios en los momentos difíciles por los que ha atravesado nuestra nación. Siempre hay que mirar lejos, volar alto y sentir profundo, para alcanzar nuestros anhelos, donde existan los equilibrios necesarios que nos garanticen prosperidad.

 -.Ahora los valores fundamentales de una gestión de gobierno, son la responsabilidad en el manejo del poder y el cuidado de los intereses de largo plazo de la Nación.-