Reflexiones sobre el cambio político y social en México
Red Interna / Humberto Famanía Ortega
Constantemente escuchamos a personajes de la vida política, económica y social hablar de “cambio”. Sin embargo, son pocos quienes logran presentar argumentos bien fundamentados, identificados en las acciones cotidianas de los diversos sectores de la población, centrándose especialmente en lo público. En mi apreciación, algunos de esos cambios, cuando están bien dirigidos y guiados, pueden lograr gobiernos productivos si quienes tienen la responsabilidad de gobernar asumen su papel con compromiso y responsabilidad como mediadores.
Es claro para todos que, para avanzar en nuestro desarrollo, es necesario priorizar los aspectos relacionados con el comportamiento humano, en una sociedad que, cada vez más exigente y dinámica, impulsa transformaciones en la vida de todos los mexicanos. La gente demanda soluciones inmediatas que apunten al bienestar social, sin caer en el populismo y dejando de lado presiones partidistas y compromisos que a menudo van más allá de las demandas populares. Si cedemos a estas influencias, podría producirse un grave retroceso en el avance del país, cuyo objetivo principal debe ser reducir las desigualdades sociales.
La vieja guardia
Aún persisten grupos de políticos de antaño que no quieren o no aceptan el cambio social, pues temen perder los espacios de poder que han mantenido durante décadas. Ante esta situación, es necesario buscar un equilibrio de poderes que permita atender a la comunidad con justicia. Hoy en día, es indispensable aceptar propuestas sólidas del pueblo para encontrar soluciones a corto y mediano plazo. Por ello, es fundamental activar plenamente las herramientas de planeación necesarias para responder adecuadamente a estos reclamos prioritarios.
Regionalización y descentralización
La clave radica en la regionalización de los programas de beneficio comunitario y la descentralización de la función pública para agilizar los trámites gubernamentales en los tres niveles de gobierno. Esto debe enfocarse especialmente en estimular la productividad, sobre todo en el sector primario, donde se requieren medidas económicas bien estructuradas para proteger a quienes realizan esta labor, la cual ha sido afectada por los vaivenes de la globalización. Es urgente incentivar este sector para que, con creatividad, se produzca un cambio fundamental que garantice la seguridad de millones de familias.
Las bases para el crecimiento deben consolidarse con rapidez y calidad, dadas las circunstancias actuales. La desigualdad prevalece en diversos sectores productivos, por lo que es necesario adoptar medidas con objetivos claros, tiempos de ejecución definidos y acciones específicas que generen armonía social. Esto implica una buena estructuración de los recursos materiales y financieros para garantizar la prosperidad de las familias, base fundamental de la sociedad.
Una democracia bien aplicada
No tengo dudas de que una democracia bien aplicada se consolidará en México cuando se implemente en todos los sectores. Solo con la participación de todos, la responsabilidad será compartida y los resultados se reflejarán en una mayor credibilidad en el bienestar de la nación. A nivel internacional, esta credibilidad generará estabilidad económica, abriendo nuevas perspectivas de desarrollo y permitiendo competir en calidad y precio.
Recuerdo una intervención de Don Gilberto Rincón Gallardo (q.e.p.d.), quien señaló acertadamente que México se encontraba en una encrucijada: “Los viejos esquemas de gobernabilidad autoritaria se han diluido, pero no hemos logrado construir el nuevo modelo de institucionalidad democrática que garantice el difícil equilibrio entre libertades públicas, gobernabilidad y bienestar social. Es por ello que ahora es más necesaria que nunca la definición de rumbos compartidos y un acuerdo ético y político, no tanto sobre el país que deseamos ser, sino sobre el país que ya no queremos seguir siendo”. Cuánta sabiduría reflejan sus palabras.
La capacidad de los tres niveles de gobierno
Es fundamental resaltar la capacidad de dirección estratégica de los tres niveles de gobierno. Estos deben tener una visión clara de los problemas de su sociedad. Existen riesgos, amenazas y oportunidades colectivas, y la capacidad de respuesta de quienes nos gobiernan es clave. Su función es generar iniciativas que garanticen grandes decisiones y aumenten la capacidad de respuesta a múltiples demandas, creando valor público en beneficio de sus comunidades. Al mismo tiempo, deben reducir vulnerabilidades mediante regulaciones, inversiones y políticas inteligentes.
Es sabido que una de las principales debilidades de los gobiernos radica en la falta de eficiencia y calidad en la prestación de servicios. Por lo tanto, urge rediseñar la administración pública según criterios orientados a la satisfacción ciudadana, con la flexibilidad necesaria para adaptarse a situaciones cambiantes, propias de estos tiempos en que la modernidad se impone.
El cambio político y social en México está marcado por una gran interrogante: ¿nuestras instituciones públicas se han debilitado o presentan una relativa ineficacia? Lo que es indiscutible es que los problemas sociales se han agravado y se requieren medidas más eficaces para que todos respondamos de manera honesta y efectiva según nuestras posibilidades. Debemos evitar que las próximas elecciones caigan en el terreno de la propaganda y se conviertan en una simple vertiente de competencia política que debilite el proyecto de construir una democracia de calidad. Los mexicanos debemos asumir una actitud de renovación que nos conduzca a un progreso compartido, conscientes de que debemos construir y no destruir.
Cuando en la competencia política se sustituye el debate de ideas por el marketing electoral, generamos pobreza intelectual en el cumplimiento de una oferta real de proyecto de gobierno.