Ramón García García: Un ejemplo de perseverancia y éxito migrante

Por: Miguel Ángel Ocaña Reyes

Originario de Pihuamo, Jalisco, Ramón García García es la viva imagen de lo que un migrante puede lograr con esfuerzo, dedicación y una incansable búsqueda de superación. A sus casi setenta años, Ramón no solo sigue trabajando con el mismo ímpetu del primer día, sino que continúa emprendiendo con pasión, demostrando que los sueños no tienen fecha de caducidad.

En 1966, cuando apenas tenía diez años, Ramón emigró a California junto a su padre, quien trabajaba en el campo. Durante su juventud, estudió hasta los 19 años, para luego trasladarse a Houston, Texas, en marzo de 1978. Allí encontró su primer empleo en el hotel Westin, iniciando su carrera en la industria de la hotelería. Fue en el área de bares donde, gracias a su dedicación y disposición para aprender, un gerente notó su potencial y le ofreció formarse en el manejo del bar, un desafío que Ramón aceptó con entusiasmo. A pesar de las dificultades iniciales —como enfrentarse a una clientela principalmente estadounidense—, trabajó en este ámbito durante más de 30 años.

Su experiencia no se limitó al hotel Westin. También trabajó en el Cadillac Bar de Houston, un icónico lugar que fusionaba la esencia mexicana con un toque de elegancia, atrayendo a distinguidas personalidades. Ramón dedicó una década de su vida a este lugar, compaginando su labor en el bar con su trabajo en el Westin.

El sueño americano hecho realidad

En 1984, Ramón dio un giro a su vida y decidió abrir su propio club nocturno con música en vivo, al que llamó El Rancho Grande. Inspirado por las historias de éxito de otros migrantes, Ramón aprovechó su vasta experiencia en la industria para dar vida a su sueño. Ocho años después, en 1992, abrió el restaurante Nacho’s & Charly’s, cimentado en los conocimientos adquiridos en la cadena Anderson’s de San Diego.

El éxito de estos emprendimientos lo llevó a adquirir una franquicia de Señor Frog’s en Houston, un paso que consolidó su carrera empresarial. A partir de entonces, Ramón abrió restaurantes en México, incluido un local en Puerto Vallarta, donde hoy sigue trabajando incansablemente.

Sin miedo al éxito

Ramón reconoce que no fue un camino fácil: “En Estados Unidos te da miedo, aunque ves a muchos compañeros hispanos que han abierto night clubs o restaurantes y les va bien, te da ganas de seguir. Pero sí se batalla, sobre todo cuando eres joven y te falta experiencia. Sin embargo, uno aprende de los patrones, y poco a poco encuentras el camino”.

Gracias a su tesón y visión, Ramón fue dueño de Mexicanísimo, un restaurante que se convirtió en un símbolo en Guadalajara y que operó por casi 50 años. Posteriormente, abrió Casa del Mariachi y, más tarde, decidió establecerse en Puerto Vallarta, donde actualmente dirige Casa Guadalajara, un restaurante familiar que administra junto a su esposa.

Servicio y calidad: La clave del éxito

Convencido de la importancia del servicio al cliente, Ramón está siempre presente en su restaurante, atento a los detalles que pueden marcar la diferencia: “No hay nada mejor que preguntarle personalmente a la gente cómo se siente, si está disfrutando. Cuidar los pequeños detalles, desde la limpieza hasta la presentación de los empleados, es fundamental para atraer y mantener a los clientes”.

A pesar de las dificultades que a veces enfrenta el sector, Ramón nunca ha bajado la guardia. Para él, el éxito es una batalla constante que exige dedicación y esfuerzo: “Mi filosofía es mantenerme siempre en la lucha, buscar lo mejor y, sobre todo, ofrecer un servicio impecable”.

La fe y la familia como pilar de vida

A lo largo de su vida, Ramón ha enfrentado momentos difíciles, pero su fe en Dios y el apoyo de su familia lo han mantenido firme. “Yo soy una persona de mucha fe. Siempre confío en Dios, porque en los momentos más difíciles me ha dado fuerza para seguir adelante”, afirma con convicción.

Casado desde muy joven, Ramón ha compartido casi 48 años de vida con su esposa. Juntos han superado adversidades, trabajando codo a codo en sus emprendimientos. “Cuando empezamos en los restaurantes, no teníamos para pagar muchos empleados, así que mi esposa y yo hacíamos todo. Ella era la cajera, y yo el cantinero. Hoy, seguimos juntos, y uno de mis hijos trabaja con nosotros. Somos una familia unida”.

Un legado de esfuerzo y dedicación

Tras más de cinco décadas viviendo en Estados Unidos, Ramón decidió regresar a su tierra jalisciense. En Puerto Vallarta ha encontrado el lugar perfecto para continuar su legado empresarial, con la misma energía y visión de futuro que lo ha caracterizado desde joven. A través de su restaurante, busca dejar una huella imborrable en quienes lo visitan, ofreciendo una experiencia de calidad y calidez.

Ramón García quiere ser recordado como un hombre que hizo las cosas bien, un empresario que siempre buscó ofrecer lo mejor a sus clientes y que nunca dejó de luchar por sus sueños: “Para mí, los dueños son los clientes. Ellos son los que pagan, y por eso siempre tienen la razón. Si algo no les gusta, lo corregimos. Hay que estar siempre positivos para que tengan ganas de regresar. Ese es el secreto del éxito”.

Con su historia, Ramón demuestra que con esfuerzo, dedicación y una visión clara, cualquier migrante puede alcanzar el éxito, sin importar las dificultades del camino. Y a sus casi setenta años, sigue siendo un ejemplo de trabajo, constancia y fe inquebrantable.