¡Que viva el amor!
Medicina Familiar
Marco Antonio Inda Caro
Médico de Familia
Esta sí es una verdadera historia de amor. Todo comenzó cuando a JT de tan solo 20 años al pasar debajo de un árbol de yaca, se suelta una de las frutas con un peso de más de 3 kilos, cayéndole a un costado de su cabeza y por completo en la clavícula y hombro izquierdo. Por el dolor constante y la limitación para moverlo, decide acudir con médico de una farmacia, quien le recetó Complejo B con dexametasona intramuscular, cinco dosis, una diaria y artridol dos tabletas por cinco días.
De complexión no tan generosa, él se comparaba con sus hermanos quienes eran realmente fornidos, decía que había llegado un poco tarde a la repartición de cuerpos, otorgándole la madre naturaleza un cuerpo diferente por ser de talla delgada, de estatura media nacional 1.60 metros y de color moreno claro.
Aquí empieza su historia de amor, tales medicamentos provocaron que se le hinchara la cara, y de su cintura hacia abajo, cambio su color a terroso, tirándole al marrón, presentó dificultad para respirar, lo que lo motivo a acudir con otro médico, quien posterior a una serie de exámenes de laboratorio y un ultrasonido, se detectó Hipoplasia renal bilateral (no se desarrollaron ambos riñones). Su trabajo era acomodar botes de pintura en un negocio familiar que los preveía del IMSS, cuando ya no pudo más decidió acudir.
Fue valorado por un médico nefrólogo, e inmediatamente inicia con hemodiálisis (procedimiento para filtrar la sangre de las sustancias toxicas que el riñón filtra de forma normal a estar sano), se conecta a una máquina por medio de una fístula (venoarterial) que funciona como un filtrado, permaneciendo conectados a tal máquina entre una y dos horas por sesión, 3 veces por semana, o dependiendo del caso.
Tales máquinas de hemodiálisis se encuentran en forma de hileras donde se conectan varios pacientes a la vez. Él se repetía y se lamentaba de forma frecuente su mala vibra, no aceptaba su enfermedad, se sentía desafortunado de no ser como el resto de la población. Decaído y más demacrado, acudía 3 veces por semana a conectarse a las máquinas de hemodiálisis. Un día su compañero de al lado un paciente con diabetes tipo 2 y nefropatía falleció y tuvo la oportunidad de conocer a su nueva pareja de hemodiálisis.
Un varón de 27 años con diabetes tipo 1 y nefropatía en etapa terminal que requirió por primera vez hemodiálisis (llegan a esta etapa por descuido personal, por falta de apego al manejo médico o depresión). Poco a poco se llegaban a poner de acuerdo para llegar juntos a la misma hora, sin encontrar una explicación del porqué de sus padecimientos médicos, inician una relación de amistad, descubriendo el lado frágil de la debilidad que reflejaban sus cuerpos tan desaliñados por el deterioro franco de lo avanzado del daño renal, daban cuenta de la gran susceptibilidad a recaer ante cualquier descuido personal tanto en el manejo médico como en la ingesta de los alimentos.
JT abrió su sinceridad porque inició con una sensación de vacío en el estómago, la había pensado tanto que dejó de consumir alimentos al darse cuenta del sentimiento tan fuerte de atracción hacia su pareja, presenta sensación de opresión del tórax, viendo manchas en su campo visual, piel de gallina (piloroereccion generalizada), náuseas y vómitos sanguinolentos (en pozos de café), es admitido en urgencias del HGZ 33 donde es manejado como un sangrado del tubo digestivo ocasionado por una ulcera gástrica medicamentosa, le reponen la pérdida de sangre por lo que deja de acudir a sus sesiones de hemodiálisis por 2 sesiones.
Actualmente llevan 2 años de vivir juntos, con autocuidado y monitoreo entre ambos, comparten sus vidas con una meticulosa dieta, un conteo por los horarios en el consumo de los medicamentos, una aceptación de la relación por ambas familias, y finalmente una aceptación de las enfermedades renales de ambos.