Prioridades de la Política Exterior Mexicana
Red Interna / Humberto Famanía Ortega
No cabe duda de que estamos ante un mundo globalizado, y definir claramente las prioridades de la política exterior de nuestra nación es fundamental. El mundo ya no es, ni remotamente, lo que era hace tres décadas (o incluso una). Nuestro país tampoco es el mismo. Si la política exterior no es más que una de las expresiones de la política de un país, y los grandes asuntos nacionales están severamente condicionados por las variables externas, es ineludible que los jefes de Estado se ocupen personalmente de las relaciones en el extranjero.
Globalización
La globalización es un proceso irreversible que no nació ayer, sino desde el siglo XVI, pero que se ha acelerado notablemente en las últimas tres décadas. Consiste básicamente en la integración y unificación de la vida política, económica, social y cultural de los habitantes de este planeta, particularmente en lo que respecta a mercados, valores y patrones económicos. Definitivamente, el eje de este proceso ha sido el cambio tecnológico, sobre todo en el ámbito de las comunicaciones y el transporte.
Lo que sí hemos notado es que la globalización ha sido muy desigual, caracterizada por crecientes niveles de polarización entre los países y dentro de ellos, ya sea que hablemos de ingresos, consumo o acceso efectivo a los medios más modernos de comunicación. Los desafíos de la transición de una nación cerrada a una más abierta son múltiples. El lugar que un país ocupa geopolíticamente tiene mucho que ver, lógicamente, con su comportamiento. Lo indispensable es definir una nueva estrategia de inserción internacional a largo plazo.
Lo que debe hacer un estadista
Para todos es entendido que, como toda política estatal, la política exterior debe responder a las funciones básicas del Estado. Y la función más básica es proteger a sus ciudadanos (y a quienes no lo son pero se acogen a las leyes mexicanas). Por lo tanto, estas acciones de política exterior deben buscar ampliar la capacidad del Estado para proteger los derechos inalienables del individuo. Vivimos una etapa de enconada competencia económica y comercial que exige que un estadista actúe, porque los demás lo hacen y porque lo que no hacen unos, lo hacen otros.
Los valores de los mexicanos son los que siempre darán fuerza a una nación que busca afanosamente su progreso en todos los aspectos. Por eso, el país no es, no puede ser, ni el territorio, ni los símbolos, ni las paraestatales, ni las piedras. El país, respetables amigos, son los mexicanos, son los individuos. Los gobernantes no han sido elegidos por las carreteras, ni por la paraestatal PEMEX, ni por las pirámides de Teotihuacán.
El compromiso con los individuos
Debe quedar muy claro que el compromiso del gobierno no es con las cosas, sino con los individuos. Por lo tanto, el presidente de México debe ser el presidente de todos los mexicanos. La política exterior debe, en consecuencia, responder a los intereses de los individuos. Siempre debe promover la protección de sus derechos inalienables (tanto en México como fuera de él) y, por añadidura, su desarrollo económico, con recursos internos o externos. Esa es la función del Estado. Eso es, y debe ser, una prioridad de la política exterior.
Las defensas retóricas de la soberanía estatal no solo son ilegítimas interna y externamente, sino que no se pueden cumplir. Para defender la soberanía estatal, hay que contar con los recursos del poder tradicional: ejército y riqueza. La mezcla de un Estado poderoso con un gobierno autoritario es el peor de los infiernos. Por eso, hacemos votos para que nunca suceda en nuestro entorno y apliquemos siempre la política de buena vecindad. Siempre se ha tenido conciencia de que las relaciones internacionales están más vinculadas a la política que al derecho, que la política tiene más que ver con el poder que con la fuerza, y que su método predilecto es la negociación, no la imposición.
Lo que es muy cierto es que el cambio político y social en México está enmarcado por una gigantesca interrogante. Necesitamos que en las altas esferas del poder se den el debate y la confrontación de ideas, que, aunque pudieran parecer un mero juego especulativo, son una de las vías privilegiadas de la lucha política para plantear soluciones bien consensuadas.
Nuevos esquemas
Amables lectores, creo que ha llegado la hora en nuestro amado México de plantear esquemas posibles, pero también viables, y concretar cómo podemos lograrlos, con todos sus costos, “asegunes” y compromisos necesarios. Evitando caer en callejones de milagros o de buenas intenciones, que están empedrados de espinas de frustración y miseria.
México necesita acuerdos entre las fuerzas políticas para la construcción de un nuevo sistema que permita darle la fortaleza necesaria para garantizar la gobernabilidad. Dios quiera que los grupos parlamentarios inicien un diálogo abierto y sincero con el poder ejecutivo. Solo de esta manera se podrán sacar adelante, con responsabilidad, todas aquellas iniciativas que brinden un blindaje de confianza a la nación para su consolidación.
Política exterior
Para finalizar este tema, menciono al Lic. Jorge Chabat, conocedor de esta materia, quien en uno de sus ensayos sobre política exterior afirma que la política exterior mexicana debe volver a sus raíces, a las raíces del pacto social. Debe ser una política de Estado que busque cumplir con los fines del Estado: la defensa, protección y desarrollo económico de los individuos. Por eso, las relaciones con el exterior son un medio para lograrlo.
La soberanía estatal es un medio para alcanzar estos objetivos. Cada recurso y cada decisión del Estado deben ser medios para el fin de estos propósitos. Y termina diciendo: “Ya es tiempo de que la política exterior de México sea la política exterior de los mexicanos, que no es lo mismo, aunque se parezca”. La perfección democrática es un ideal que todo individuo de altas miras y de espíritu noble se afana en encontrar.

