El planeta de los perfectos
Planeta Luna
Por Consuelo Elipe
Sólo cuando nos pasan las cosas nos damos cuenta. Y digo esto por lo que contaré en este espacio.
Ahora que mi esposo se rompió el tobillo, pudimos comprobar que no estamos preparados para las personas con capacidades limitadas o diferentes, o como quieran llamarlo en los muchos eufemismos usados. Eufemismos y palabras que nos dejan muy tranquilos, y nos hacen correctísimos, pero que no arreglan nada del tema de fondo.
Nos tocó en estas circunstancias ir a una feria en Guadalajara, y de verdad se convirtió en una odisea. Llamamos desde Vallarta para preguntar si tenían scooters o sillas de ruedas, y después de varias llamadas, la feria en sí, nada menos que ANTAD-ALIMENTARIA no tenía nada, y EXPO como tal, nos confirmó que si tenía silla de ruedas.
Muy bien, pues dicho y hecho, mañanita y camino a la feria. 15 minutos caminando desde el hotel porque lo que podía haber sido cosa de 5 se alargó, ya que todas las puertas del recinto estaban cerradas, ni siquiera abiertas para alguien en muletas. La poderosa razón, dar más flujo de gente a zonas de la expo que estaban vacías. Comercialmente es lógico y respetable. Pensar en quien no podía caminar, ¡claro que no!
Pues después de la travesía llegamos a una puerta y, oh sorpresa, nos dicen que no hay silla de ruedas. Nadie sabía nada y nos mandaron por una rampa que era de kilómetros. Ideal para alguien que ya está que no puede más. Así nos mandaron a la primera cita con las muletas y la bendición.
En otro módulo de información pregunté y sorpresa de nuevo, ¡que sí hay silla de ruedas! Nadie tenía idea, pero de existir existían, como las meigas en Galicia. Y nos la llevaron.
Eso hizo mucho más fácil el traslado claro, pero de nuevo te das cuenta que las instalaciones en ningún momento están montadas para alguien que no puede caminar. Cada pasillo tenía una canaleta de 10 o 15 cm que se convertía en una montaña cuando quieres pasar empujando una silla, y que te hace dar vueltas y vueltas para encontrar el camino más seguro o simplemente posible.
Y qué decir de la actitud de las personas. ¡Increíble y decepcionante! Sólo una minoría se apartaba o nos dejaba el paso, los demás se trataban de adelantar, se ponían en medio, ni se inmutaban al pedir paso y nunca se hacían a un lado. Te miraban con total indiferencia, incluso yo creo que, con molestia, como diciéndote, ¿qué narices haces aquí?
Es triste pensar cómo debe ser la vida para una persona paralítica permanente. Y reconozco que nos tuvo que pasar esto para ni siquiera ver la ciudad o las cosas desde ese punto de vista. Somos egoístas, así salimos de fábrica. Esta sociedad de influencer e instagramer sólo parece tener espacio para gente perfecta, de cuerpos perfectos y ángulos perfectos. Para los que no se ajustan a este canon ya todo es más complicado y más feo. Esto se va a parecer a Esparta, allí les tiraban por un risco a los “imperfectos”, aquí simplemente te llenan de dificultades.