Pensar antes de prometer

Consejos de una bisabuelita moderna / Por un México mejor

El no cumplir cabalmente nuestras promesas… ¡Es lo que nos va distanciando de nuestros seres queridos, amigos y conocidos!

¿Te has puesto a pensar cuántas veces has prometido… y fallado? Cuando una persona promete, es porque piensa cumplir. Sin embargo, la mayoría de las veces no responde con su cometido. Y, ¿te has puesto a analizar el porqué de tu proceder?

En las parejas no siempre hay momentos tranquilos y hermosos. Como se trata de dos seres completamente diferentes, con ideas, costumbres y diversas educaciones, en algunas circunstancias de su vida, por diferentes motivos, no llegan a ponerse de acuerdo. Es entonces cuando surgen esos distanciamientos y malentendidos. En ocasiones, una promesa provoca la ruptura de una bonita relación.

Por algo en la sabiduría popular existe un dicho que dice: “Prometer no empobrece; (el no) dar es lo que aniquila”.

Efectivamente, “hacer unos cambios verdaderos” es crucial, ya que el no cumplir cabalmente nuestras promesas es lo que nos va distanciando de nuestros seres queridos, amigos y conocidos.

Pero, ¿qué pasa si en el momento de prometer creemos poder cumplir con nuestro propósito y, sin embargo, volvemos a caer en ese error que tanto molesta a nuestros semejantes, ocasionando que se duplique la molestia causada?

La respuesta es muy sencilla: es por no pensar antes de prometer. Lo hicimos sin tomar conciencia de los grandes sacrificios que implica llevar a cabo ese tipo de decisiones, y de que no estamos preparados ni física ni psíquicamente para ser fieles a nuestra palabra.

Para explicarme mejor, no debemos olvidar que nuestra vida y personalidad están regidas por acciones buenas o malas aprendidas durante nuestra infancia, y que al pasar el tiempo las repetimos continuamente y en forma automática.

El ejemplo más común: en el arte de la mesa, existen diferentes reglas para poder comer correctamente. Estas reglas no se establecieron por capricho ni al azar, sino para que los comensales pudieran disfrutar al máximo sus alimentos. Médicamente hablando, no debemos hacer ejercicio mientras comemos; sin embargo, cuando no nos enseñaron adecuadamente a comer desde pequeños, no dejamos de hacer abdominales a la hora de ingerir nuestros alimentos. Por lógica, si no nos da una congestión, por lo menos tendremos una mala digestión y graves problemas intestinales. Pero, a todo se acostumbra el ser humano.

Por si no saben de lo que estoy hablando:

Regla 1: “El alimento va a la boca… (debemos comer con la espalda derecha). ¡Nunca la boca a la comida! (no agacharse cada vez que introduzcas el alimento a la boca). ¡Despega el brazo de la mesa, ya que, si no lo haces, te tienes que agachar en cada bocado!”.

Si te prometes a ti mismo que ya no te vas a balancear a la hora de comer, difícilmente podrás cumplir con tu promesa, debido a que la costumbre es más poderosa que tus buenos propósitos. Inconscientemente volverás a caer en tus malos hábitos.

Por eso, es mejor “pensar antes de prometer”, y así no causarás mayor enojo en tus semejantes. Trata de cambiar la palabra “prometer” por “procurar”. De esa manera, poco a poco, podrás vencer tus malos hábitos y darles a tus seres queridos mayores satisfacciones que enojos.

Recuerda… “Querer es poder”, y sé que tú puedes y ¡lo lograrás!

Cariñosamente,

Ana I.