Pata salada orgulloso de sus raíces

Por Humberto Famanía Ortega

Es muy simple estar orgulloso de mis raíces, porque ser un pata salada desde el momento en que naciste y te desarrollas en la costa, con playa y el mar, puedes recibir este mote que a los vallartenses nos enorgullece. Lo hemos hecho ya tan popular que hoy en día nos sirve de identidad y arraigo a este extraordinario destino turístico, Puerto Vallarta Jalisco, y lo decimos a los cuatro vientos.

 

Lo importante ante esta circunstancia sería que lo valoremos para poner en práctica nuestro amor incondicional por esta tierra prodigiosa de la costa norte del estado de Jalisco. Son los tiempos en que requerimos de fortaleza, y ésta se adquiere cuando el amor resplandece bajo el signo de la unidad en torno a su propia prosperidad.

 

Aquellos años de mi niñez

 

Quiero hacer una mención muy especial en ls pasos de mi niñez en este paraíso lleno de calor tropical, cuando nuestra diversión consistía en jugar en la playa descalzos, correr olas, pescar con cuerdas de cáñamo enrolladas en una botella y con un anzuelo con carnada. Era toda una aventura, bajo unos rayos de sol que nos curtía la piel, por lo general escogíamos la desembocadura del río Cuale por ser el más céntrico, pero sobre todo, porque existía abundante sardina y pesca.

 

Gozábamos a plenitud nuestra niñez y adolescencia bajo un clima de compañerismo, éramos una verdadera familia de patas saladas, donde no existían las clases sociales. Después de un rato en el mar, pasábamos al río a enjuagarnos de agua dulce para quitar la sal y sentirnos frescos.

 

Nuestra naturaleza sí tenía un sentido, donde convivíamos con entera libertad, siempre respetándola en su flora y fauna, sabíamos de sus riesgos, pero sobre todo fomentábamos la conciencia al respetar el hábitat de muchos animalitos que eran una estampa de nuestra hermosa tierra. Nuestro reconocimiento a los maestros que nos fomentaban el hábito de los trabajos manuales, siempre bajo el objetivo de dar valor agregado a la enseñanza académica.

 

Mención especial merece el amor y respeto a nuestro lábaro patrio, nuestro orgullo al entonar el imno nacional, esto significaba crear solidaridad y nacionalismo a la Patria.

 

Días de paseos

 

Nuestra alberca principal era el mar en esta bahía de Banderas, donde principalmente nuestros padres nos enseñaron a nadar, a muchos nos llevaban a Las Pilitas, Amapas o Conchas Chinas, donde siguen existiendo albercas naturales formadas por espacios rodeados de piedra y arena. Los paseos hacia estos lugares, sobre todo los fines de semana, eran inolvidables, llenos de algarabía donde llevábamos los alimentos y bebidas para pasar un día saboreando de los majares cocinados por nuestras mamás.

 

La dieta, taquitos de arroz, carne y frijoles, acomodadas en ollas de peltre, éstas se enterraban en la playa, y el sol las conservaba calientitas. Las aguas de sabores y fruta fresca, ¡qué delicia!

 

Otras veces, nuestros recorridos eran por las riveras de los ríos, recuerdo Palito Verde, Las Canoas, El Remanse y el Charco Azul, donde el disfrute era completo, trampolines naturales para los clavados, ramas de los árboles que nos servían de vaivén, y sobre todo nos dotaban de sombra durante los días soleados.

 

Respeto a la naturaleza

 

En fin, todo un acontecimiento los paseos al reencuentro con la naturaleza, en la isla del río Cuale existían pozos de agua limpios de contaminación, donde nos surtíamos para el uso doméstico, a sus orillas se encontraban palapas donde solían lavar la ropa muchos de los pobladores.

 

Lo que he aprendido con el tiempo, es que la vida familiar suele estar marcada por el debilitamiento de la fe y los valores; por eso evoco a tiempos pasados donde la fortaleza nos llegaba por el amor de nuestros padres y el fomento a la convivencia. No pensábamos como hoy en día, en las dificultades económicas causados por sistemas perversos, originados en fetichismo del dinero y en la dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano. Hago votos para buscar nuevos senderos que nos acerquen a encontrar soluciones donde se den equilibrios que nos ayuden a encontrar prosperidad.

 

Me viene una reflexión, pensamos también en la multitud de familias pobres, en las que se aferran a una barca para poder sobrevivir, en las familias refugiadas que emigran sin esperanza por los desiertos, en las que son perseguidas simplemente por su fe o por sus valores espirituales y humanos, en las que son golpeadas por la brutalidad de las guerras y de las opresiones. En fin distinguidos lectores, en nuestra tierra vivimos todavía en un clima de libertades y de oportunidades, debemos de cuidarla en todos los aspectos, son miles de familias que llegan constantemente y les abrimos el corazón, esto nos hace el sentirnos orgullosos de ser patas saladas bien nacidos.

 

 

About Miguel Ángel Ocaña Reyes

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