Parentalidad y ejemplaridad
En la tarea de ser padre, y en la consideración que no se cuenta con un manual completo y actualizado al día, nos damos cuenta al iniciar esta tarea de ser padres, que más que la instrucción o la amenaza punitiva de castigar una conducta no deseada en los hijos, lo que funciona realmente para que los hijos hagan lo que deseamos, en muchas ocasiones es poner ele el ejemplo. Si, parece sencillo y hasta obvio, pero considero que lo olvidamos fácilmente o no pensamos con frecuencia que nuestro ejemplo será la mejor instrucción y guía con los hijos en sus conductas propias y hacia los otros.
Vayamos por partes, antes de tener hijos, pudimos tener la oportunidad de leer libros en la búsqueda incansable der encontrar la respuesta correcta, la palabra precisa que aliviara nuestros agobios para cuando llegara el momento de ejercer la paternidad, incluso de consultar a quienes ya había sido padres, buscando una orientación confiable respecto a la crianza de los hijos de manera confiable.
La realidad es que estas actividades sirven de poco cuando olvidamos lo fundamental en la crianza, por una parte y esencial, el deseo sano y genuino por querer ser padres y enseguida de ello, la salud propia que se reflejara en cada aspecto de la vida que marcaremos de nuestros hijos, conscientes o no de ello, por tanto, es mejor que sean aspectos más conscientes.
Pero, ¿a qué me refiero? Pues justamente a la tarea primero de sanar psicológicamente los padres a fin de poder criar o tratar de realizar tareas de crianza de manera sana. Y es que más allá de las orientaciones o consejos de terceras personas, o los propios abuelos, sobre como “les funcionó” a ellos la experiencia de ser padres, nadie puede orientar sobre el sentir y la historia que se carga, con miles de experiencias, vivencia y situaciones muchas veces no resueltas, que esas mismas situaciones alcanzan al sujeto paterno y lo convierten en aquellas historias que juro no repetir con los propios hijos.
Por otra parte, podemos observar la frustración de muchos padres porque sus hijos no siguen las instrucciones precisas que se han dado con claridad. Muchas veces en consulta y ante ello, les pregunto a los padres, ¿y ustedes las siguen con precisión? Ante ello no les queda mucha opción más que el reconocer que igual no lo hacen. Y es que cuando un padre da una instrucción y el hijo observa que el mismo padre no la acata o hace lo contrario de lo que pidió al hijo, pues este último se confunde, pero después opta por hacer lo que más convenga a sus intereses, que, dicho sea de paso, suele serla misma conducta que hiciera el progenitor.
Tratando de hacer algunas reflexiones finales, le sugiero si es padre o madre novicio o no tanto. Asegúrese antes de dar una instrucción, que usted ya ha puesto con su ejemplo la acción solicitada al hijo. Que igual, no lo confunde con instrucción y acción, que su hijo confía en usted porque, aunque muchas veces se equivoca (y seguro lo seguirá haciendo) es capaz de pedir disculpas a su hijo y tratar de resarcir el daño, como usted lo solicita al hijo y como este deberá aprenderlo en su vida. Hable a su hijo con verdad y de ser necesario pida perdón, será la mejor manera de enseñarle a que él lo haga posteriormente.
Tome su tiempo para preguntar a su hijo el cómo se siente y qué piensa de las acciones que ejerce sobre él, aunque claro está muchas de ellas no están sujetas a democracia, la parentalidad se ejerce. Sea o trate de ser justo y proporcional para corregir a su hijo, procure entender la edad y contexto de las acciones de su hijo, busque siempre educar con el ejemplo y empatía, el temor no es respeto, no los confunda. Busquemos todos los días ser mejores padres, no somos perfectos, si perfectibles. Gracias por su lectura y pase buen día.