“Origen y Destino”- “La Quimera”
Voceros Incansables / Félix Fernando Baños
La Quimera era un monstruo híbrido, probable figuración de la mortandad y devastación provocadas por la sequía extrema, cuyos rasgos quedaron definidos hacia el año seiscientos setenta antes de Cristo en la cerámica griega: un león furioso al que, aparte de su cabeza normal de felino, le brotaba del lomo otra, de cabra, transformándose su cola en una serpiente. Fue muerta por el héroe Belerofonte para salvar a los habitantes de Licia.
En 1553 se encontró en Arezzo una magnífica Quimera etrusca en bronce, que se conserva actualmente en el Museo Arqueológico de Florencia.
También de bronce vaciado a la cera perdida, pero patinado en verde, con agregados en acero inoxidable (las cuerdas del harpa) y refuerzos del mismo metal (para impedir que giren las hélices) es “La Quimera” del conjunto “Origen y Destino”. Pero su concepto es diferente por completo al del monstruo antiguo, aunque conserve su nombre y su hibridismo porque, para su autor, el maestro Pedro Tello, “los sueños de armonía se encuentran en La Quimera, muy contemporánea, donde se funden las aves, los seres marinos y terrestres, las máquinas y el hombre”.
“La Quimera” está instalada casi al eje de la calle Allende, en la parte sur de la terraza que prolonga el Malecón hacia el océano.
El cuerpo de La Quimera es un aeroplano, curvado en forma de una letra “C”, que se apoya en el pavimento, al oriente por una cola de cetáceo y por un tentáculo; y al poniente por una mano humana, en la que el pulgar, el dedo medio y el meñique se están transformando en garras de águila.
La proa del aparato, que vuela sin piloto, pues su asiento está vacío, se convierte en la cabeza de un águila en actitud de graznar. La cola levanta al aire su porción oriente, mientras que la porción poniente, de mayor tamaño, después de hacer un rizo, se enrolla en el suelo. Es en este rizo donde puso su firma el autor.
Las alas del avión se transforman en alas de águila en sus extremos, los cuales se curvan en las puntas; y, en lugar de tren de aterrizaje, tienen una pata de buey al oriente y una garra de felino al poniente. Cada ala lleva anexo un motor. El motor oriente tiene una hélice con dos palas, y la hélice del motor poniente tiene tres. Todas las palas son antebrazos cuyas manos extendidas están cubiertas con manoplas. Al lado del arranque del ala poniente, se encuentra un hueco ovalado de poca profundidad.
En el dorso del engendro se yergue la aleta dorsal de un tiburón, enseguida del asiento vacío del piloto, y después sobresalen diez vértebras hacia abajo, hasta llegar al tentáculo.
El cuerpo de “La Quimera” es también la caja de resonancia de un harpa de siete cuerdas de acero inoxidable. Tales cuerdas se agregaron con posterioridad a la instalación de la escultura, que tuvo lugar en 2011.
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