No toques donde duele
Aprendiendo a ser feliz / Psicóloga Hania Sosa
El día de hoy quiero aprovechar la ocasión en que coincide la fecha en la que debo entregar mi nuevo artículo, con el día en que me realicé los análisis para la prevención de cáncer de mamá; y es que, como divulgadora, considero sumamente importante aprovechar mis experiencias para ayudar a concientizar a más personas. Que lo vivido por mí pueda ser utilizado a favor y, así, transformarlo.
Pues bien, a lo mejor el título puede evocar muy distintos temas a tratar y seguramente aplicará para varias cosas, pero a lo que yo me referiré será exclusivamente al aspecto emocional.
Estoy segura de que hay situaciones en donde es necesario tocar donde duele. Por ejemplo: cuando vamos a psicoterapia, no podemos evitar tocar donde duele (emocionalmente), pero se hace con el objetivo y en el entendido de que es para ayudar a sanar; lo mismo pasa con ciertos padecimientos de salud en donde inevitablemente nos deben tocar donde duele (físicamente) para continuar con el tratamiento. En esos casos no está a discusión. De ahí en fuera, ¿qué es no tocar donde duele?
No tocar donde duele, a nivel de relaciones (pareja, familia, amigos) es no hablar de los temas que ya sabes que son dolorosos o incómodos si no has pedido consentimiento para abordarlos. No tocar donde duele es tener el cuidado de no decir palabras que sabes que van a lastimar. Muchas veces conocemos las heridas de nuestros seres queridos y, en lugar de rodearlas, pasamos encima de ellas, sobre todo cuando estamos enojados. A veces el enojo nos ciega de tal manera que nos hace comportarnos de formas sádicas, sabiendo que lo que diremos tocará heridas de nuestro ser querido.
Sin embargo, en lo que respecta a lo que viví el día de hoy, no tocar donde duele es también tener el cuidado de las preguntas que realizas como especialista de la salud cuando estás atendiendo a algún paciente. Evidentemente los doctores deben preguntarnos sobre nuestros antecedentes médicos, pero lo que sí pueden hacer es evitar hacer suposiciones que les lleven a hacer ciertas preguntas innecesarias que puedan lastimar.
¿A qué me refiero específicamente? Pues bien, en mi caso, el día de hoy llené un formulario con preguntas acerca de mis antecedentes de salud; y, para ponerte en contexto, te los resumo: familia directa con antecedentes de cáncer, diabetes, hipertensión – sí a todo. Mi papá padeció cada una de esas enfermedades y falleció por cáncer. Enfermedades importantes que yo padezca o haya padecido: un nódulo tiroideo canceroso. Embarazos = 2. Abortos = 2 (por lo tanto, a menos de que no sepan restar, está claro que no tuve hijos); Y si bien cada uno de esos temas ha sido trabajado en su momento y puedo hablar de cada uno de esos temas sin problema, repasarlos todos en unos minutos, les aseguro que no es nada divertido.
Hasta ahí todo se entiende, no pueden no preguntar; pero si ya se vieron en la necesidad de remover todas esas heridas, por lo menos podrían tener el cuidado de no enterrar el dedo. ¿A qué me refiero específicamente? A que una de las personas que me atendió, al estarme revisando, me preguntó qué edad tiene mi hijo, el más chico. Entonces, en una situación que de por sí ya es estarse exponiendo (donde una persona completamente desconocida está tocando tus senos) tuve que decirle que no tengo hijos, que estuve en tratamientos de fertilidad, que tuve dos embarazos pero que no se lograron.
Si la información ya estaba en el formato que llené al ingresar ¿no crees que podía haberse evitado esa pregunta? Eso fue “tocar donde duele”, de una manera innecesaria. Además, ¿por qué se asume que tengo hijos? Mujer no es igual a madre.
Me considero una persona resiliente; y en ese momento sólo inhalé y exhalé, le respondí su pregunta y pensé: “bueno, ya pasó”. Pero al salir de ahí me di cuenta que sí me había dolido. Tanto por la tensión de hacerse ese tipo de estudios, como por todo lo que en unos minutos tuve que volver a repasar.
Una vez afuera del laboratorio, compartí el hecho con mis amigas y fue cuando comprobé que me habían tocado donde dolía, y una de mis amigas (una que suele tener un gran don de sensibilidad) me sugirió que les hiciera mis observaciones. En ese momento ni siquiera se me ocurrió, pero después de que ella me lo mostró, coincidí totalmente. Puedo hacer una diferencia para alguien más.
Así pues, este artículo lo escribo con la esperanza de no sólo poder ayudar a esa especialista en particular, sino a todo aquel al que alcance a través de este escrito.
Como siempre lo he dicho: que mi dolor no sea en vano y que, ojalá, le evite las lágrimas a alguien más.