Necios…

Los ciudadanos deberíamos también sancionar a las autoridades por no cumplir con su obligación
Por: M en E Marisú Ramírez Muñoz Letras Sahumerias masryram@msn.com

Pareciera una guerra sin cuartel. Algunos crean tecnología para limpiar de desechos tóxicos océanos, ríos, selvas y bosques; otros pocos incansables organizan hasta campeonatos de pesca de plásticos, pero otros tristemente se dedican a generar y tirar basura por doquier.

Como una escena de la reserva salvaje bien llamada ‘Malpaís’ en la novela distópica Un mundo feliz, de Aldous Huxley publicada en 1932 (distopía es lo opuesto a la utopía, la sociedad ideal donde todo funciona a las mil maravillas) el transitar por algunas zonas de Puerto Vallarta es verdaderamente preocupante: calles, avenidas, lotes baldíos, ríos, manglares, playas… sólo se observa basura, basura y más basura:

“…—No me gusta —exclamó Lenina—. No me gusta. Todavía le gustó menos lo que le esperaba a la entrada del pueblo, en donde su guía los dejó solos para entrar a pedir instrucciones.  Suciedad, montones de basura, polvo, perros, moscas… Con el rostro distorsionado en una mueca de asco, Lenina se llevó un pañuelo a la nariz. —Pero, ¿cómo pueden vivir así? —estalló.

En su voz sonaba un matiz de incredulidad indignada.  Aquello no era posible. Bernard se encogió filosóficamente de hombros. —Piensa que llevan cinco o seis mil años viviendo así —dijo—. Supongo que a estas alturas ya estarán acostumbrados.

—Pero la limpieza nos acerca a la fordeza —insistió Lenina. —Sí, y civilización es esterilización —prosiguió Bernard, completando así, en tono irónico, la segunda lección hipnopédica de higiene elemental—.  Pero esta gente no ha oído hablar jamás de Nuestro Ford y no está civilizada.  Por consiguiente, es inútil que…

Administraciones van, administraciones vienen y los problemas sociales continúan y se exacerban. En otras palabras, leyes existen, reglamentos existen, pero es letra muerta. Las normas que determina el reglamento de Policía y Buen Gobierno de Puerto Vallarta, establece sanciones que van desde amonestaciones, multas y hasta detención administrativa a los infractores que cometan faltas a la ecología y a la salud.

Los ciudadanos deberíamos también sancionar a las autoridades por no cumplir con su obligación. También es nuestra responsabilidad exigir que se proporcionen los medios, recursos y medidas de control para que este atentado a la ecología se detenga. En otros países funciona porque las personas saben no sólo que están cometiendo una infracción, sino un delito grave. En otras palabras, existe respeto a las autoridades y a la ley; pero sobre todo se tiene un mayor nivel de conciencia ecológica.

Por lo tanto, si se aplicase la ley a cabalidad en nuestro país se generaría una cadena de valor: Si existen muchos infractores, también habrá muchas multas por sancionar y esos recursos económicos se podrían aplicar en programas preventivos. El cansino argumento de que no existen recursos económicos para solventar la emergencia ecológica ya no tendría razón de ser, se convertiría en una gestión auto sostenible.

De otra manera el sentimiento de impotencia se acrecienta entre ciudadanos, ya que cuando se enfrenta a los infractores, la mayoría de las veces estos se tornan agresivos y con frecuencia se termina por no intervenir, ya que se teme por la seguridad personal.

Aquí en el Puerto urgen contenedores para la basura ya que, aunque la mayoría de los ciudadanos cumplan con la normativa de sacar la basura en los lugares y a la hora indicada, cuando ésta es recolectada por los camiones, los desechos domésticos ya han sido desperdigados por perros callejeros y pepenadores; donde mucha de esa basura se dispersa y termina invariablemente en calles y lotes baldíos y en temporada de lluvias es arrastrada inexorablemente hasta ríos y playas. Por ello, es inaplazable la aplicación de sanciones y medidas preventivas, de otra manera sin control se deriva en un persistente vacío de autoridad, mientras el infractor se fortalece y genera más y más caos ambiental.