Mi padre, recuerdo inolvidable

Quiero rendir un pequeño homenaje en esta opinión a un hombre culto, sencillo y vallartense por adopción, mi padre Don Andrés Famanía López

Humberto Famanía Ortega

A cuarenta y tres años del fallecimiento de mi padre, Don Andrés Famanía López, este 6 de enero de 2018, siempre vive en mi mente y corazón porque como padre supo darme la orientación debida para salir avante en mi vida. Persona inteligente, honesta, seria y trabajadora, con una hoja de servicios intachable por sus más de cuarenta años en la Secretaria de Hacienda y Crédito Público en el área de Aduanas, siempre caballeroso y servicial, sobre todo discreto en su responsabilidad.

Mi padre originario de La Paz Baja California Sur, hijo de un marino y comerciante el Capitán Don Andrés Famanía Angulo, quien era propietario de un barco llamado el Montserrat, que navegaba principalmente por el Golfo de Cortés, combinando el comercio, ya que poseía almacenes en la costa de BCS y Sinaloa. Desde joven mi papá navegaba con su padre, donde en varias ocasiones las tormentas y los ciclones según sus relatos poseían una fuerza que gracias a Dios y a la destreza de mi abuelo salían adelante, contando con una excelente tripulación capaz de nombrarlos como verdaderos lobos de mar.

Surgido de una disciplina con principios morales muy fuertes, fue educado junto con sus hermanos y hermanas bajo un ambiente conservador y de sanas costumbres. Joven emigró a los Estados Unidos a la Ciudad de Los Ángeles California donde residió por más de 11 años, estudió y trabajó buscando su superación. Llegó un momento que la nostalgia por su tierra, México, lo hizo trasladarse a Ciudad Juárez Chihuahua, y solicitó su ingreso a la aduana fronteriza, ahí inicia su carrera como funcionario público intachable.

Don Andrés Famanía López y Doña María Luisa Ortega Zúñiga formaron una familia basada en los principios

La estirpe Famanía Ortega

Cuando llega por primera vez a Puerto Vallarta Jalisco, lo hace en su calidad de integrante del resguardo aduanal mexicano, conoce a mi preciosa madre Doña María Luisa Ortega Zúñiga, y se enamora de una jovencita de escasos 16 años, su único y verdadero amor con el que engendraron 10 hijos.

Tuvieron que pasar por momentos difíciles, su casamiento religioso por la iglesia católica lo realizaron en privado por la persecución religiosa librada en nuestro estado de Jalisco. Cambiaron su residencia por motivos de agenda de trabajo de mi padre a Manzanillo Colima, Loreto BCS y La Paz BCS. Regresando a Puerto Vallarta Jalisco en 1946 donde ya venían felices con tres de mis hermanos, Rosa, Andrés y Socorro.

Durante este tiempo, en 1947 nace mi hermana Ana Margarita y después su quinto hijo que soy yo Joaquín Humberto en 1949, tuvieron otros 5 hijos, mis hermanos; Ramón Eduardo, Luis Fernando, María Concepción, María Guadalupe y Martin Álvaro, todos pata saladas. Qué dicha haber nacido en esta tierra prodigiosa, ahora comprendo a mi padre, por qué nunca quiso salir de aquí, aun con oportunidades muy fuertes de ascenso en su trabajo. A todos nos educó con mucho amor, siempre basados en la unidad familiar, en la tranquilidad de esta hermosa región del norte de Jalisco. Me acuerdo que me decía: “hijo; a mí no más me van a sacar con los pies por delante de esta tierra prodigiosa”, y se cumplió su anhelo. Siendo jefe de la aduana de Puerto Vallarta Jalisco, murió el 6 de enero de 1975.

Orgullo por las raíces

Resulta importante recordar nuestras raíces para poder comprender el porqué del amor a la tierra amada que te dio la oportunidad de desarrollarte en todos los aspectos. Sentirte orgulloso de tu procedencia familiar, saber que la razón de tu vida está escrita en la historia de tu tronco común generacional para sentirte orgulloso. El sentido de pertenencia te infunde un valor muy especial que te da la fuerza para trascender en la vida comunitaria.

No existe valor más importante en la vida como el de tus lazos familiares, y el sentido de la sociedad, porque aquí inicia, ya que se fundan los principios elementales para dar fortaleza a tu existencia. Es donde se define el rumbo para dar sentido a nuestras vidas; es la tarea más esperanzadora de la humanidad. Por eso le doy gracias a Dios por haberme dado los padres que ahora en día son mi ejemplo e inspiración.

Sentir que estamos vivos, es la manera más sencilla de ordenar nuestros sentimientos. Cuando nos pesan los años abriendo el arca de los recuerdos y valorar las experiencias y nuestra historia para continuar alegres y con nuevos bríos. Cuando todos los días se parecen, cuando dejamos de vibrar ante los acontecimientos más simples ante las maravillosas manifestaciones de la vida, cuando nos cuesta trabajo sonreír. Cuando vemos a las personas que nos rodean como seres extraños y no como hermanos y compañeros de ruta con quienes podamos compartir lo que tenemos, sabemos y somos. En fin, son tiempos de unidad familiar y perseverar en el amor, aunque pobre e impotente en apariencia, siempre es fecundo.

Un homenaje

Quiero rendir un pequeño homenaje en esta opinión a un hombre culto, sencillo y vallartense por adopción, se la dedico a la memoria de mi padre Don Andrés Famania López, porque soy un hombre agradecido; vivió en paz y armonía, la encontró en este maravilloso Puerto de Vallarta Jalisco, donde nos crio con mucho cariño a sus 10 hijos y supo elegir a una esposa modelo en todos los aspectos, a mi madre con mucho orgullo Doña María Luisa Ortega de Famania, ambos que en paz descansen. Esposos que supieron ganarse el respeto de su comunidad, siempre aportando lo mejor de ellos, ahora nosotros sus hijos recibimos con amor y agradecimiento sus enseñanzas que tratamos de ponerlas en práctica.

Ante estos tiempos difíciles, será necesario reorganizar nuestras vidas. A veces los cambios serán leves, a veces drásticos, pero hay que hacerlo con sensatez y flexibilidad. Es importante dar valor a los sentimientos que en esta etapa de la vida adulta nos provoca compartirlos con alguien que pueda ayudar a aceptarlos y superarlos si es necesario.

Las personas somos los únicos seres de la creación que tenemos la capacidad de reflexionar sobre nuestra propia existencia. Siempre debemos ser personas agradecidas con nuestros amados padres, recordarlos nos alimenta el espíritu, dándonos la energía necesaria para que nos de fortaleza para seguir caminando por los senderos de nuestro destino.

Al dar sentido a nuestra propia vida, encenderás una lámpara que alumbrará a muchas personas que sufren la oscuridad del vacío existencial.

Les deseo un feliz año 2018. Es imposible programar la vida; solo nos queda acogerla un instante tras otro.