México en llamas

Hablemos en serio / Javier Orozco Alvarado / Ex rector del Centro Universitario de la Costa

A Prácticamente un mes para la terminación del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, México se encuentra ante un panorama económico, social y político incierto. 

Y es que la nueva presidenta Claudia Sheinbaum, en cuanto tome la estafeta, tendrá que enfrentarse a un panorama difícil que hereda de la administración saliente; que deja confrontados al poder judicial con el gobierno, al pueblo sabio contra intelectuales y conservadores, y a gobiernos locales con el crimen organizado.

Además, el gobierno saliente deja un ambiente económico que puede hacer crisis en cualquier momento por las tensiones políticas entre México y Estados Unidos, derivadas de la detención de dos de los principales capos del cartel de Sinaloa, y la tentativa de reformar el poder Judicial; a lo que se suma el mayor déficit público de los últimos años (5.9% del PIB) y el sobre endeudamiento público (13 billones 375 mil millones de pesos).  

Ambas circunstancias han provocado la mayor fuga de capitales de los últimos tres sexenios, la depreciación del peso, que ha tocado el piso de los 20 pesos por dólar, y la desconfianza de los inversionistas extranjeros con la entrada del nuevo gobierno.

Tanto para las democracias occidentales como para un importante sector de la sociedad mexicana, sigue latente el riesgo de caer en un sistema político autoritario de corte populista como el de Venezuela, Nicaragua o, peor aún, como el régimen cubano. 

Aunque el nuevo régimen de la Cuatro T difícilmente podría llegar a tener un dictador como Nicolás Maduro, Daniel Ortega o Miguel Díaz-Canel; el riesgo es caer nuevamente en un régimen autoritario de partido único como lo tuvimos con el PRI durante cerca de ochenta años.

Y es que la dictadura perfecta que tuvimos durante ocho décadas, fue obra de un partido político como el PRI, no la de una dictadura personificada en un solo hombre.

Por ahora, México se encuentra ante el riesgo de caer en un régimen casi de partido único, y en un presidencialismo antidemocrático que controlará el sistema electoral (INE), el poder judicial  (SCJN) y el poder legislativo con Morena y sus aliados.

La posibilidad de una elección por voto popular de los consejeros del INE o los ministros de la Suprema Corte, se verán influenciados por el partido hegemónico, que al igual que gana elecciones, hará lo mismo para que sus candidatos a esos cargos obtengan el triunfo mediante compra de votos, fraudes, amenazas o intromisión del crimen organizado.

Sobre todo, porque con la sobre representación de Morena y sus aliados en la cámara de Diputados y el control presidencial sobre el poder legislativo y judicial, volveremos a tener en México la dictadura perfecta de partido hegemónico, más tres poderes políticos (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) en manos de una sola persona; algo así como la santísima trinidad, para acabar pronto.

Esta situación es la que pone en riesgo la renegociación del T-MEC y la afluencia de inversión extranjera, cuyas consecuencias podrían derivar en una terrible crisis económica como las de inicio del sexenio de Miguel De la Madrid y Ernesto Zedillo.