Mantenlo simple
La ciudad imaginada / Dr.José Alfonso Baños Francia
El mundo en que vivimos tiene como objetivo que el consumo sea la medida de todas las cosas, operando con tal efectividad y sutileza que lentamente vamos olvidando el sentido de nuestra existencia. Valemos en función de lo que tenemos y no de quienes somos o del apoyo solidario que prodigamos. Nos juzgan como nos proyectamos al tiempo que nuestra mirada se torna indiferente ante el paisaje de pobreza y exclusión que emerge frente a nosotros.
Los poderes fácticos a escala global, se nutren de las utilidades obtenidas con las ventas de los productos o servicios que prestan, y por ello, es conveniente reproducir casi al infinito y facilitar el acceso en una espiral que parece insostenible y con diversas tensiones a la naturaleza. Pero lejos de tomar conciencia del esquema en que estamos envueltos, permanecemos en una trampa cuyos delgados hilos parecen inquebrantables.
Para disfrutar de los regalos de la vida, es conveniente disponer de una actitud simple ante los misterios de la propia creación. Cuántas veces dejamos pasar la oportunidad de disfrutar el canto de los pájaros, la sonrisa de los niños o el embeleso ante un atardecer porque nuestra mente está enfocada frenéticamente en cumplir con las múltiples tareas a las cuales nos hemos esclavizado sin reparar en ello.
En más de una ocasión dejamos de prestar ayuda a alguien en necesidad, porque hacerlo significa un esfuerzo o renuncia personal, y en algunos casos, exponer el entorno de seguridad en que nos movemos y que solemos mantener con mucho ahínco. Pero la historia comunitaria y personal nos recuerda que la felicidad profunda proviene del servicio desinteresado a los otros, a la familia o a la comunidad antes que el cumplimiento de nuestros caprichos o apetitos.
En esta carrera frenética por acumular experiencias, dinero y poder, la sociedad invierte sus energías y compromete el presente y futuro al consentir el abuso con tal de alcanzar los objetos materiales que proporcionan sentido, reconocimiento y estimación ante los otros.
Pero quizá nos vendría bien desafiar a esta confusa maraña contemporánea realizando prácticas para mantener una vida simple, pero que pueda marcar una diferencia significativa. Una acción puede ser moverse más en transporte público, aunque se disponga de un vehículo privado, o bien conducir con menos prisa, mirando las necesidades de los peatones y ciclistas, así como de todos aquellos que se trasladan en medios no motorizados, velando en todo momento por su seguridad e integridad.
También sería alentador esforzarnos por desarrollar nuestros talentos mediante acciones artísticas, asistenciales o científicas sin otro objetivo que el de conectarnos con nuestra esencia e interés humano, dejando de lado el lucro que parece ser la moneda de cambio en todas las relaciones actuales.
La puesta en común de nuestras capacidades podría contribuir a mantener simple la existencia y ofrecer esperanza ante un mundo complejo, alegría frente de tanta violencia y solidaridad en un ámbito donde parece imponerse una desigualdad violenta y lacerante.