Los niños y la tolerancia a la frustración

Educación y parentalidad / Dr. Jesús Cabral Araiza

Es lamentable ver escenas en las que las actitudes infantiles de los padres contrastan con muchas actitudes más maduras de algunos de sus hijos.

Aunque parezca un tema ya muy tratado, siempre nos da nuevos motivos para volver a él. Y es que, a pesar de las diversas ocasiones en las que hemos señalado aspectos como que los niños aprenden muchas cosas de los adultos o progenitores, y que estos últimos deben procurar siempre ser ejemplares, parece que no aprendemos las lecciones que la vida y los infantes nos presentan con regularidad.

El desafío de la parentalidad

Hoy en día existen —como ya lo hemos mencionado— diversas alteraciones en la acción parental, o trastornos de la parentalidad, como prefiera llamarlos. Uno de estos trastornos, conocido como perplejidad parental, se refiere a la incapacidad de actuar y ejercer la parentalidad de forma efectiva. En este caso, los padres se muestran perplejos ante los berrinches o demandas del niño(a), lo cual suele estar relacionado no solo con la historia personal de los propios padres, sino también con el estilo de vida y la crianza que han brindado al niño. Aunque la historia de vida del infante sea corta, resulta altamente significativa en su aprendizaje.

Recientemente, he observado que algunos padres, frente a la frustración que sus hijos deben enfrentar —ya sea por la negativa de un permiso, un objeto o cualquier cosa que desean—, adoptan el lugar del hijo y viven la frustración como si fuera propia. Esto, más allá de ser un problema, se agrava cuando actúan como si ellos fueran quienes padecen dicha frustración.

Aquí es importante diferenciar entre una comprensión empática hacia el hijo y el acto de usurpar su lugar. ¿Acaso los padres son más inmaduros que sus hijos? ¿O creen, equivocadamente, que esta actitud es una forma de mostrarles apoyo o cariño? Si este es el caso, estaríamos ante padres infantilizados, incapaces de permitir que sus hijos enfrenten los hechos frustrantes de la vida.

La importancia de enseñar a manejar la frustración

No estoy sugiriendo criar hijos conformistas o sumisos, sino enseñarles a vivir con la frustración. ¿Acaso todos obtenemos siempre lo que queremos? ¿Y cuando no lo conseguimos, qué sucede? Lo asumimos y seguimos adelante, aprendiendo a superar la frustración de diversas maneras. Este aprendizaje es algo que, en teoría, los padres ya han vivido debido a su madurez como adultos.

Es lamentable presenciar escenas en las que las actitudes infantiles de los padres contrastan con las más maduras de algunos hijos. Padres que no han entendido que su lugar radica en ser ejemplares, contenerse, consolar y ofrecer alternativas a sus hijos para afrontar situaciones frustrantes, en lugar de intensificar el conflicto con comentarios o actitudes incendiarias.

Estrategias para apoyar a los hijos

Dependiendo de la edad del niño, las estrategias varían:

Niños pequeños: Tener paciencia ante su llanto y explicarles, en términos que puedan entender, por qué no pueden obtener lo que desean en ese momento.

Niños un poco mayores: Hablar con ellos, permitirles expresar su frustración e incluso dialogar sobre sus expresiones verbales de enojo o destrucción, ya que estas, si no se intervienen, pueden dejar huellas de rencor que afecten su autoestima.

Adolescentes: La intervención suele ser más verbal, ya que cuentan con un mayor número de herramientas para enfrentar la frustración. Sin embargo, si no tienen una guía acertada y afectiva de los padres, estas herramientas pueden ser insuficientes.

El papel crucial de los padres

Es fundamental contar con padres integrados, maduros y conscientes de sus convicciones y decisiones. Padres autorregulados que piensan en las consecuencias de sus acciones sobre los sentimientos y el desarrollo de sus hijos.

No podemos hablar de una educación integral y sana si los padres carecen de orientación y madurez. Buscar ayuda profesional no es motivo de vergüenza; al contrario, representa un acto de responsabilidad y amor hacia sus hijos. Los resultados de este apoyo avalan el bienestar de ambas partes.

Suerte con su niño interior. Hasta la próxima.