Los niños de papel
Medicina Familiar
Dr. Marco Antonio Inda Caro
Médico de Familia
Dylan de 12 años de edad, durante su práctica de educación física presentó una torcedura de tobillo al estar precalentando previo a jugar voleibol. Tiene obesidad de primer grado secundario al sedentarismo hogareño que provocan los teléfonos inteligentes.
Inmediatamente se tira al piso quejándose de dolor intenso, personal de la escuela se alteran al ver tal escenario llamando a los servicios públicos de protección civil para su traslado en ambulancia hacia el hospital. A su llegada lo meten hasta el área de urgencias sin mediar palabra alguna en el triage. Ya dentro, cómodamente sin dolor, sin deformidad y con la madre exigente encima del personal médico, solicita a la brevedad una radiografía del tobillo, aunque no haya deformidad, ni cambios en el color ni limitación en los movimientos del mismo, siendo ésta, finalmente normal, es egresado en su propio pie sin manifestar dolor alguno.
Los niños ven lo que hacen sus padres, cómo se comportan, sus conductas, modismos e incluso lo bueno y lo malo, esos aprendizajes se van acumulando en su almacén de respuestas como parte de un repertorio que tarde o temprano las emplearán como contestación.
El primer aprendizaje es observando y repitiendo. Anteriormente un niño caía de su propia altura y de inmediato se levantaba para continuar. Ahora los niños llaman a sus padres porque se cayeron y se lastimaron. Los padres que no tienen un servicio médico para llevar a sus hijos por cualquier motivo económico, social o de falta de acceso a los servicios de salud son llevados a su casa, aquellos que sí tienen un servicio médico disponible son llevados ante un médico por cualquier situación, aunque no amerite tal evento de salud.
Los maestros derivan a los niños, aunque no haya un motivo franco porque, aunque no tienen por qué saberlo, tampoco intuirlo y aunque no haya sangrado, ni deformidad, ni limitación, ni cambios en el color del sitio de la afectación, si no lo hacen pueden ser sancionados tanto públicamente como laboralmente.
Hay padres que entienden la cinemática del trauma (es entender y analizar un accidente para determinar posibles lesiones y poder discernir entre quienes si ocupan estudios complementarios de radiodiagnóstico rayos x), sin embargo, hay padres que los exigen como parte de salud mental hacia ellos o a la pareja, argumentando el dolor extremo que ocasionó tal caída, aunque no haya deformidad, cambios en el color o tan solo limitación a los arcos de movilidad del sitio afectado, tan solo por el antecedente.
Ahora los niños primero aprenden a externar el dolor, la ansiedad, la angustia, la desesperación y la falta de tolerancia al dolor, googlean una situación de salud antes de llegar a solicitar atención médica para comparar el diagnóstico y el tratamiento ofrecidos.
Los seguros escolares son justificables, es una adecuada oportunidad diagnostica-terapéutica al confirmar una fractura o lesión que pudiera poner en riesgo la movilidad del sitio afectado o la vida del escolar, aunque tal evento es común, existen escolares con un riesgo alto de complicación. Es una herramienta en pro de la infancia y adolescencia que con seguridad ha evitado innumerables riesgos de secuelas que ningún otro sitio demográfico tienen a la mano.
El foco se centra en la otra situación que se presenta, una población altamente ansiosa por querer curar emocionalmente un vacío ocasionado por la burocracia, el tecnicismo y la saturación de los servicios médicos de salud públicos. En los tiempos de antes no había tantos accesos de los servicios médicos, se caía el infante o el adolescente, y como pudiera continuaba jugando, al llegar a su casa claudicante era recibido con el cinto, no con abrazos de consuelo ni sollozos, tampoco con premios de consolación como lo hacen con los teléfonos inteligentes ni las tabletas, herramienta indispensable para la ansiedad, desesperación y la obesidad infantil de hoy en día.