Lo que siembras cosecharás, para bien y para mal
Empresa Familiar / Por: C.P.C. y M.I. José Mario Rizo Rivas
A diario construyes tu legado, tu futuro, tu salud. ¿Con qué cimientos lo estás haciendo?
“Vive una vida buena y honorable. Así, al envejecer, podrás ver hacia atrás y disfrutarla una segunda vez”. Dalai Lama
No cabe duda. Todo lo bueno que hagas regresará a ti. Lo mismo podemos decir de lo malo. La idea del “karma” viene de filosofías orientales ancestrales, pero la idea de que existe alguna forma de “reflejo” de lo que hacemos y de lo que damos no es exclusiva de estas culturas.
Probablemente hayas escuchado la fábula del lobo vestido de oveja. Aquella sobre un lobo que se disfrazó de oveja para perderse entre ellas y que le fuera más fácil comerse alguna. Resultó tan efectivo su disfraz que el pastor del rebaño sacrificó al lobo para cenar pensando que era una más de sus ovejas.
Este pequeño cuento no hace más que ilustrar que las acciones tomadas desde intenciones negativas tienen, al menos a la larga, consecuencias negativas. Creo que vale la pena reflexionar sobre algunos momentos en que nos veamos tentados a saltarnos algún protocolo, a decir o hacer algo que no deberíamos o a omitir algo que sí.
Pareciera que cuando uno que “obra mal”, suele “salirse con la suya”; parece que a veces se peca sin repercusión alguna. No puedo asegurar que esto no sea cierto en ningún caso. Pero creo firmemente que, a reserva de que exista o no un mecanismo metafísico que “opere el karma”, es cierto que cosechamos lo que sembramos.
A lo largo de mi práctica asesorando empresarios, he podido ver con gran orgullo que después de años de entrega y dedicación, emprendedores honrados y trabajadores observan satisfechos lo que sus esfuerzos han creado. Estas son personas que no solo sembraron la semilla de su perseverancia, sino que también están cosechando los frutos de haber invertido su trabajo siempre con integridad, calidad, ética y respeto a su producto o servicio, a sus empleados, a sus clientes, proveedores, a la comunidad y a ellos mismos.
Puede sonar obvio, pero no por eso dejaría de hablar del poder que tiene “el hacer lo correcto”. Incluso, de forma burda, consideremos lo que pasa con una empresa con un dueño que no ofrece compensación digna y justa por el trabajo de su equipo, que no paga los impuestos, el IMSS, o que carece de un permiso para operar. Por supuesto que el quererse ahorrar algunos pesos a la larga resulta en problemas, en pérdidas y, en muchas ocasiones, en que el negocio simplemente tiene que desaparecer. Y, aún a sabiendas de eso, no es raro que esto siga practicándose, o al menos se intenta.
Esto último me parece bastante interesante. ¿Por qué seguir haciendo cosas que sabemos que terminarán mal? Y lo hacemos en diversas esferas de nuestras vidas. En particular, lo veo como una práctica común cuando se trata de prioridades. ¿Qué debería ser lo más importante? A menudo priorizamos las ganancias o los resultados rápidos sobre la ética, constancia y elementos de mayor valor. Pero más allá de nuestros negocios, ¿con qué frecuencia olvidamos nuestra salud o sacrificamos tiempo de calidad con la familia porque tenemos algo más que hacer?
A diario construimos el legado que dejaremos en nuestras empresas, la reputación que nos anteceda o que dejemos atrás, pero lo mismo ocurrirá con nuestras familias, nuestros proyectos o la salud que tendremos en edades más avanzadas.
Invirtamos en lo que es valioso con trabajo sincero y honrado, porque en realidad, no cosecharemos solo lo que hayamos sembrado, siempre habrá un poco más. Para bien o para mal.