Lo bueno y lo malo de la 4T
Hablando en serio / Javier Orozco Alvarado / Investigador de El Colegio de Jalisco, A.C.
En opinión de diversos analistas, el 2023 será un año de muchos retos, tanto para el gobierno de la Cuarta Transformación como para la oposición.
En primer lugar, porque el partido gobernante tendrá que lidiar con el riesgo de fracturas internas por la definición de su candidato o candidata presidencial para el 2024; porque tendrá que enfrentar el reto de controlar la inflación, de crecer económicamente, de sacar adelante las reformas constitucionales y atender el problema de la migración hacia Estados Unidos.
En segundo lugar, porque la oposición deberá encontrar un candidato lo suficientemente competitivo para poder desbancar a Morena de la presidencia de la república, porque la Alianza Va por México aún no logra penetrar ampliamente en la sociedad mexicana, porque las dirigencias del PRI, PAN y PRD no tienen representatividad en sus comunidades de base, y porque no cuentan con un proyecto o una plataforma de gobierno, que no sea la de derrocar al gobierno actual para regresar al poder.
En ese ámbito de cosas, podemos decir que, aunque el presidente ha entrado en conflicto con algunas comunidades académicas, científicas, culturales, empresariales y organismos no gubernamentales; sigue manteniendo el respaldo de por lo menos dos terceras partes de la población, con lo que tranquilamente asegura la continuidad del régimen.
Aunque la oposición ha intentado debilitar la popularidad del presidente Andrés Manuel, denunciando el fracaso de su política económica, de su política social y sus reformas constitucionales; lo cierto es que en 2022 la economía mexicana logró un crecimiento de entre el 3.8 y 4.0%, mantuvo una inflación inferior a la de países desarrollados, creció significativamente la inversión extranjera, se mantuvo la fortaleza del peso frente al dólar y aumentaron las remesas en casi un 100%.
Aunque todos estos logros son importantes y producto de una estrategia, no dejan de enfrentar la suspicacia y las críticas de la oposición. Sobre todo, porque el crecimiento económico tiene que ver, en parte, con el consumo interno derivado de los programas sociales; la baja inflación, con el subsidio a las gasolinas; la fortaleza del peso, con las exportaciones manufactureras y las remesas de los migrantes, que no se sabe si aumentaron de 30 a 60 mil millones porque aumentó el empleo de mexicanos en Estados Unidos o porque se duplicó la emigración.
En fin, aunque las élites y los grupos de privilegios están en contra del gobierno de la 4T, lo cierto es que el presidente sigue contando con el apoyo de los más pobres, con los nuevos morenistas emanados del PRI y del PAN y con el rechazo de amplios sectores de la población hacia estos partidos que simbolizan la corrupción, los privilegios y la exclusión social.
Y aunque muchas de las reformas constitucionales son recriminadas como autoritarias, muchas de ellas buscan corregir los errores y los vicios que se cometieron en el pasado en aras del “dejar hacer”, “dejar pasar” del obscuro liberalismo económico.