Lo agridulce de las fiestas decembrinas
Aprendiendo a vivir, Psicóloga Hania Sosa
El día de hoy desperté con un poco de nostalgia, sintiendo una cierta tristeza que no lograba atribuir a algo en específico; o como usualmente solemos decir “me sentí triste de la nada”. Me daba cuenta que si dejaba llegar ese sentimiento, me podía poner a llorar, pero como en sí no me estaba pasando nada, elegí distraerme del hecho y enfocar mi atención en otra cosa.
A la hora de la comida compartí mi sentir con mi esposo, quien en un minuto me regresó las palabras que yo tanto les digo a mis pacientes “seguramente estabas pensando en algo”.
Más tarde me escriben del periódico para pedirme una nota sobre los estados de ánimo en diciembre y cómo combatirlos. ¿Casualidad? Yo pienso que no.
Diciembre con sus festividades es una época del año que puede ser dulce, agria o agridulce, dependiendo de diferentes factores.
Hubo una época en mi vida, en la que jamás hubiera podido pensar que en estas fechas, alguien pudiera estar triste si para mí es uno de los meses más felices del año.
Me considero una “Navilover” (amante de la Navidad), pero hoy entiendo que esa manera de vivir la época decembrina es el resultado de haber tenido unos padres que siempre le inyectaron esa magia a estas fechas y de haber crecido en un ambiente “favorecido”. Yo fui de esas niñas que dejaron de creer en Santa Claus siendo ya una niña grande, y tuve la dicha de poder vivir muchas navidades en las que no me faltó nada ni nadie. No fue sino hasta hace dos años que pasé mi primera Navidad agridulce; fue el año en que mi papá pasó a mejor vida. Ahí pude comprender en carne propia (y no sólo por el aprendizaje académico) lo que es vivir las festividades con un toque de tristeza o de melancolía. Sólo hasta ahora comprendo (haciendo énfasis en que la comprensión va más allá que el entendimiento), cómo es que la Navidad no siempre es “noche de paz, noche de amor”.
Diciembre es una época que nos confronta con lo hecho durante el año y, de esa manera, pone en el reflector tanto lo que tenemos como lo que no tenemos, lo que hicimos como lo que nos faltó por hacer. De ahí que puede experimentarse desde diferentes tonalidades o sabores, según lo que estemos viviendo. Si estamos en una época de nuestras vidas en que sentimos que todo marcha bien, seguramente la viviremos con mayor alegría, pero si por el contrario hemos estado lidiando con problemas familiares, enfermedad, dificultades económicas o es la primera Navidad sin algún ser querido, entonces seguramente no será una época de puro gozo o celebración.
Cuando hacemos ese análisis, ya sea minucioso y consciente, o sin darnos cuenta, y resulta que el balance es negativo, entonces es cuando las semanas de diciembre pueden resultar difíciles de atravesar.
Si bien esto es algo que nos podría suceder en cualquier mes del año, debido a que culturalmente el mes de diciembre es de reflexión y marca el final de nuestro calendario anual, ahí es cuando terminamos coincidiendo con muchas más personas en ese análisis y debido a esto es que las estadísticas marcan el mes de diciembre como aquel con mayor índice de depresión; incluso existen diferentes etiquetas para nombrarla: “depresión blanca”, “depresión navideña”, “blues de Navidad”, etc. No obstante, no está catalogada como un trastorno en específico. Cabe mencionar que las cifras aumentan en adultos mayores y es importante añadir que este estado de ánimo es pasajero.
¿Cómo detectarla? Suele manifestarse con negatividad hacia la llegada de las fiestas y con todo lo relacionado a la Navidad, las personas pueden mostrarse apáticas o tristes la mayor parte del tiempo.
¿Qué hacer? La ruta a seguir dependerá totalmente de la situación en específico que se esté viviendo. Entre las opciones está el perdonar, hacer actividades altruistas, hacer ejercicio, realizar actividades de disfrute, seguir haciendo las cosas que hacías con aquellos seres queridos que ya no están (honrarles), gestionar los pensamientos y, por supuesto, acudir a terapia.
Todo lo anterior sirve para atender esos estados, pero lo mejor sería prevenirlos. Para prevenir es importante anticiparnos durante el año. Si bien ya estamos en diciembre, es un buen momento para poner atención a lo que estemos encontrando en ese análisis anual y dedicar el siguiente año a trabajar lo necesario para que las próximas festividades sean diferentes. Es necesario mantener una vida saludable (física, mental y emocionalmente) durante todo el año, mantenernos ocupados (sin importar la edad) y no olvidar la parte espiritual (sin hablar de religión forzosamente). Cuando vivimos una vida carente de esa fuerza que nos brinda el lado espiritual, es más fácil caer en estados de ánimo depresivos.
Cualquiera puede tener bajones en el estado de ánimo, incluso los psicólogos (como se los compartía al principio). Las herramientas y estrategias son para todos. En mi caso, usé la “gestión de los pensamientos” para dejar de sentirme como me sentía; y relacionando esta parte con el lado espiritual, yo creo que fue él (mi padre), a través de la persona del periódico, quien me ayudó a recordar a qué ponerle atención para evitar caer en un “blues de Navidad”.