Las manos del hombre son un mastógrafo para la detección oportuna del cáncer
Medicina Familiar / Por: Dr. Marco Antonio Inda Caro / Médico de Familia
En el año 2024 se presentaron 29,877 nuevos casos de cáncer de mama, y hasta la primera semana de octubre de 2025 se han acumulado 20,851. Lo ideal sería conocer qué características socioculturales presentan estas mujeres. El cáncer de mama continúa entre las principales causas de mortalidad en México y en el mundo.
Bajo este contexto inicio mi reflexión: ¿qué papel desempeñamos las parejas en la prevención y detección del cáncer de mama en las mujeres?
Las manos del hombre pueden ser un mastógrafo natural, capaces de detectar de manera oportuna lesiones tempranas en los senos de las mujeres con quienes compartimos la vida. En cambio, cuando en una relación prevalece la violencia, el temor y el miedo, esas lesiones pueden desarrollarse rápidamente sin ser detectadas a tiempo.
Recuerdo a Doña Queta, esposa de Don Casimiro, a quienes conocí en 1998. Se unieron en matrimonio en un pequeño pueblo, al pie de la Sierra Madre Occidental, cuando ella tenía apenas 14 años. Tuvieron 14 hijos, por lo que Doña Queta pasó más de 35 años sin ver su periodo menstrual, entre embarazos y lactancia materna.
Decía ella con picardía:
—Mire, nada más me veía sola y me agarraba donde fuera: cocinando, lavando, a cualquier hora… incluso ya de viejo. Cuando nos íbamos a dormir, luego, luego se dormía agarrándome la chichi.
—Bueno, Doña Queta —le respondí—, eso era amor. Era su manera de demostrarle cariño, de querer estar con usted, de acompañarla. Además, antes no había tantas formas de evitar embarazos; hoy en día las mujeres se embarazan y abortan con productos de libre venta, e incluso muchos estados están a favor del aborto. Ha habido muchos cambios en las legislaciones que, si bien es cierto, favorecen ciertos derechos, también han modificado la dinámica de las parejas. Hoy muchas relaciones buscan solo diversión, sin formalidad.
—Pero dígame —le pregunté—, ¿alguna vez Don Casimiro le levantó la voz o la violentó?
—Nunca —respondió—, nunca me alzó la voz, porque tampoco le di motivos. Mucho menos me levantó la mano. A veces lo veía cansado y lo comprendía. Pero yo también trabajaba mucho: lavaba a mano, cocinaba, cuidaba, bañaba y atendía a mis hijos. Ser ama de casa es un trabajo cansadísimo, y él siempre me lo agradecía.
Hoy en día, muchas mujeres no tienen tiempo para realizarse una mastografía, porque llegan exhaustas del trabajo. Además, algunas dejan de amamantar por falta de tiempo. Paren, regresan al trabajo y dejan que los hijos crezcan sin detecciones ni vacunas.
Hace poco conocí a una mujer agradable, inteligente, proactiva y eficiente, pero que enfrenta un cáncer de mama. Un día, con la voz entrecortada, me dijo:
—Voy a salir de esta, ya verá. Me siento fuerte y segura.
Se divorció del padre de su primer hijo porque no había esa “química de pareja”. Se casaron porque quedó embarazada siendo menor de edad. No existía ese juego, esa complicidad, ese deseo de llegar a casa para compartir la vida. Su segundo hijo fue de otra persona, pero la historia se repitió: el trabajo, las presiones laborales, la necesidad de destacar y demostrar valor profesional la convirtieron en una mujer fuerte, pero sin el calor de una relación estable, solo con afectos ocasionales.
Hoy, muchas parejas se mantienen unidas solo por los hijos que comparten. Ambos trabajan, cada uno conserva su independencia y sus espacios con los amigos, pero ya no hay interés genuino ni conexión emocional. Las relaciones modernas, muchas veces, están vacías.
Las manos del hombre pueden jugar un papel fundamental en la detección temprana del cáncer de mama. Son las primeras que pueden descubrir una anomalía cuando tocamos a nuestra pareja. La prevención no siempre está en los grandes equipos médicos: a veces comienza en casa, con amor, respeto y cercanía.