La Herencia
Hablemos en serio / Javier Orozco Alvarado / Ex rector del Centro Universitario de la Costa
El pasado primero de octubre dio inicio un nuevo gobierno con una mujer como presidente de México. Durante la ceremonia de toma de posesión la nueva presidenta, Claudia Sheinbaum, hizo un amplio reconocimiento a la gestión y los logros alcanzados por el expresidente Andrés Manuel López Obrador durante el sexenio 2018-2024.
También destacó que mantendrá la misma estrategia de seguridad y ampliará los programas sociales para beneficiar con la pensión del bienestar a las mujeres de 60 y 64 años de edad; así como continuar con las grandes obras que inició el presidente saliente.
En materia de política económica, Sheinbaum buscará corregir algunos desequilibrios macroeconómicos que se generaron bajo el manejo imprudente del gasto público durante el gobierno de su antecesor, quien empleó los fondos de los fideicomisos y el endeudamiento público para financiar los programas sociales y grandes obras como el Tren Maya, el nuevo Aeropuerto, la refinería Dos Bocas y el Corredor Transístmico.
Como parte de la herencia, la nueva presidenta, continuará con el proyecto de trenes de pasajeros, con las reformas constitucionales y con el encargo de seguir con el segundo piso de la transformación. Además, tendrá que lidiar con el elevado endeudamiento público, con el déficit gubernamental, con las consecuencias del narcotráfico y el rezago educativo y de salud que se amplió durante todo el sexenio anterior.
En la parte económica Claudia Sheinbaum tendrá que enfrentar un bajo crecimiento que, se pronostica, alcanzará tasas muy bajas cercanas al 1.2% para el 2025; deberá también reducir el actual déficit público del 6 % al 3%, en un escenario de desaceleración de la economía interna y la de nuestros vecinos del norte.
La carga fiscal que representará cumplir constitucionalmente con todos los programas sociales, con una economía estancada, obligará al nuevo gobierno a endeudarse interna y externamente, en un contexto en el que la tendencia a la baja en las tasas de interés frenará la afluencia de capitales hacia el país.
Si bien es cierto que se continuará con las grandes obras de infraestructura como motor del crecimiento económico, como lo fue el sexenio anterior; la presión por bajar el déficit público significará una contracción en el gasto gubernamental para la inversión pública y lograr mínimos de crecimiento.
Seguramente, el primer año de gobierno de la nueva presidenta va a ser un tanto difícil; a menos que las grandes obras de infraestructura del sexenio anterior comiencen a generar utilidades y que la afluencia de inversiones con el nearshoring sea sostenible a lo largo de toda su gestión.
Todos queremos que le vaya bien a México y al nuevo gobierno de la continuidad, para que efectivamente se resuelva el problema de la pobreza y se atiendan todos los rezagos sociales que se generaron, particularmente en los últimos cuarenta años, incluyendo el gobierno que acaba de concluir.