“La gente de Vallarta aprecia mucho al Apolonio’s”
Por: Miguel Ángel Ocaña Reyes
¿De dónde es originario?
Yo soy de Puerto Vallarta, nací el 11 de noviembre de 1943 en la calle Corona número 33 en el centro, mi familia por parte de mi papá vino de Mascota, y mi mamá de los Herrera de El Pitillal.
¿Cuánto duró en Aeroméxico?
En Aeroméxico duré 32 años, y estoy pensionado, a mí Aeroméxico me dio la concesión del transporte de personal, y como yo hablaba inglés, leía, escribía, y no había quién en Vallarta, todavía no se usaba que la gente hablara, leyera o escribiera inglés, entonces de ser el concesionario de la transportación, me ofrecieron el trabajo.
¿Dónde aprendió inglés?
Había una escuela en al 20 de Noviembre, mi hermano era el director de la escuela, éramos cuatro hombres y dos mujeres, yo era el penúltimo, catorce años después llegó el último, el pilón. Carlos Robles fue fundador de la CTM en Vallarta.
¿Qué hacía antes de Aeroméxico?
Duré un tiempo de guía de turistas, que ya con el inglés se me facilitaba, teníamos taxis, y hacía city tour a Mismaloya que apenas se podía entrar, era pura brecha, camino real.
¿A qué dad entró al mundo de la aviación?
Cuando tenía 18 años, y ahí duré 32 años, me jubilé en el 95.
¿Cuándo se involucró en Apolonio’s?
Luego, luego, pero yo nada más estaba aquí a ver en qué le ayudaba, porque en realidad era ella la que movió el negocio durante todos estos años, yo nada más la apoyaba en lo que pudiera, ella era la jefa, yo no tuve mucho que ver con el negocio, ella fue la pionera.
¿Qué representa para usted Apolonio’s?
Pues nosotros éramos de la de la época del del O’Brian, después de cerrar su negocio la gente se venía para acá porque nosotros éramos los únicos que trabajábamos a deshoras de la noche con venta de alcohol y se venían para acá, porque nosotros éramos los únicos que estábamos a deshoras de la noche con venta de alcohol.
¿Cómo les fue en la pandemia?
Nos fue muy bien, cerrábamos las puertas porque no querían multitud, pero vendíamos para llevar, vendíamos comida al por mayor, porque no había lugares, todo estaba cerrado, y nosotros sí teníamos abierto, pero nada más por la ventanas.
¿Fueron 20 años de trabajo nocturno?
Sí, abríamos toda la noche, y a las diez me tenía que ir a trabajar a Aeroméxico, abríamos a las doce del día, Socorro abría todo el día y parte de la noche, cuando yo llegaba me quedaba.
¿Y ahora qué van a hacer?
Ahorita no nos hemos dado cuenta todavía, porque estamos con lo de la venta, queremos vender todo, y por eso estamos ocupados todavía, como que no hemos digerido esto todavía, ¿qué va a pasar?, no lo sabemos, no tenemos nada que hacer, cansada ella no estaba, solo por la edad y porque yo casi no puede caminar, tiene que caminar con andadera, y aparte la vista le falla mucho, tiene cataratas y tiene que operarse, y para operarse tiene que tener tranquilidad, porque si no, de nada le sirve, y con un negocio no se puede, y no se podía retirar, no podía decir, háganse cargo y yo me voy, entonces ahora sí que no sabemos qué vamos a hacer, que tenemos a las niñas y las niñas hacen deporte, y hacen muchas cosas, que hay que llevarlas, traerlas y todo.
¿Todavía no les llega la nostalgia?
Todavía no, ni va a llegar, ojalá que no, nos vamos a entretener con ellas, vamos a disfrutar, ya le dedicamos más de la mitad de la vida, dos terceras partes.
¿Satisfechos?
Sí, y nos da muchísimo gusto que la gente de Vallarta aprecia mucho al Apolonio’s y les duele a ellos, hay unos que dicen, “¿Ahora qué vamos a hacer sin el Apolonio’s? Hay un americano que se acaba de ir la semana pasada, el último día que estuvo aquí, iba con unas copas, no lo vimos muy borracho, pero que subió a su casa, vive por acá arriba, y se encontró a un amigo, se sienta y se pone a llorar el americano, y le decía, ¿qué vamos a hacer, a dónde vamos a ir?, ya no va a haber Apolonio’s, y es un americano de los que venían mucho.
Estuvimos felices aquí, en realidad no se nos hizo pesado ni largo, lo vivimos como una vida normal, sin preocupaciones de abrir y cerrar, vinieron todos los vallartenses, periodistas como David García, era muy buen amigo.
¿Qué anécdotas recuerda?
Una vez vino a comer Pedrito Fernández, estaba muy jovencito, apenas empezaba, todo muy tranquilo, nadie se había dado cuenta que él estaba aquí, cuando una de las muchachas de enfrente que lo ve, y dice, ¡Ay Pedrito Fernández!, al rato teníamos un gentío, que no hallaba ni por dónde salir pedrito Fernández, y eran de esas cosas que pasan, él por eso vino, porque era un lugar muy tranquilo, nadie se daba cuenta y él estaba feliz.
¿Cuál fue el secreto de Apolonio’s para permanecer en el gusto de la gente?
La seguridad que teníamos, el respeto, porque nosotros siempre implementamos que sí venían las personas en estado de ebriedad, les decíamos que no podíamos darles servicio, y les vendíamos para llegar, entonces había mucha gente pero no había borrachos, y luego cuando la droga estaba de mucha moda, también pusimos unos ventiladores en los baños para que no pudieran meterse sustancias, y aunque me decían que los apagara, les decíamos que no se podía porque estaban interconectados, y así evitamos ese problema, nunca tuvimos problema, es que por la chamba que tenía allá, tenía mucha amistad con los agentes federales y tenía los teléfonos por cualquier emergencia, entonces eso fue algo importante, la seguridad y confianza, porque cuidábamos a todos nuestros clientes y se iban muy contentos.