La crisis de los 30: ¿Novedad generacional?
Aprendiendo a ser feliz / Hania Sosa / Psicóloga
Cuando cumplí 30 años, lo único que me causaba un poco de inquietud era el simple hecho del cambio de década; es decir, dejar de ser una veinteañera para ahora convertirme en una mujer en los 30s. El único “problema” (si lo pudiera considerar como tal) era pasar a una edad que ya sonaba más seria. No me preocupaba ninguna otra cosa. No pasaban por mi cabeza las preguntas que ahora suelo escuchar de los jóvenes que se están acercando a esa edad (o de los que la acaban de pasar). Tampoco recuerdo haberla escuchado de las personas cercanas a mí y que pertenecen a mi misma generación.
La única crisis de edad que yo sabía que solía tener la gente, era la famosa crisis de la mediana edad que es cuando se llega a los 40 años; además, la crisis de la mediana edad solía ser básicamente por el hecho de sentir que se iba acercando la vejez y aunque sí hay cuestionamiento sobre las metas no cumplidas, la mirada va más hacia el futuro no tan distante, sabiendo que el tiempo ha transcurrido y que se tiene que empezar a pensar en la vejez aunque se desee revivir la época de la juventud.
Sin embargo, las generaciones han ido cambiando y lo que está apareciendo ahora es algo que se le llaman una “crisis de mediana edad adelantada”. Se dice que ha ido en aumento la tendencia a cuestionamientos importantes cuando se está llegando a la edad de 30 años o recién se han cumplido, y esto es algo que yo he podido corroborar con mis pacientes en consulta.
Los jóvenes se empiezan a enfrentar a un sentimiento de desilusión ante el hecho de aún no haber podido adquirir una propiedad, no haberse podido posicionar en lo que realmente desean hacer (laboralmente hablando) o incluso no haber podido descubrirlo aún; no poder tener un trabajo que sea lo suficientemente remunerado como para vivir de manera autónoma (al menos para mantener el mismo estilo de vida que les dieron sus padres), y añadiendo el hecho de que empiezan a sentir la presión social de contar con una pareja formal, haberse casado y estar teniendo hijos.
Lo interesante de esta crisis, es que algunos de los adultos que la están pasando, en realidad son adultos que en su gran mayoría sí viven de manera independiente o podrían estarlo haciendo si quisieran, y que incluso son felices haciendo lo que hacen, disfrutan de sus profesiones u oficios, pero aun así se cuestionan el hecho de no estar viviendo la vida que la sociedad indica.
¿Qué se puede hacer ante dichas crisis? La primera sugerencia siempre será buscar ayuda profesional.
A pesar de las buenas intenciones que puedan tener tus seres queridos, la gran mayoría de las crisis que podemos tener a lo largo de la vida incluyen mucho ruido mental, es decir, tenemos muchas ideas al respecto que pueden ser incluso contradictorias; por lo tanto, añadirle las ideas de otras personas suele terminar en más confusión.
Lo ideal es comprender que así como somos nosotros los que vivimos nuestra vida y que realmente nadie puede ponerse en tus zapatos al cien por ciento, así también somos nosotros los que tenemos que decidir qué camino vamos a transitar. Es como mandarse a hacer un traje a la medida: sólo será perfecto para ti.
Es importante darle valor a lo que realmente lo tiene, y no son las posesiones o el dinero. Lo que realmente va a darle satisfacción a tu vida es estarla invirtiendo en aquello que te haga sentir pleno, independientemente de cuánta remuneración económica recibas o independientemente de si es una actividad aclamada por los demás o no. Tampoco es tan relevante si en este momento tienes pareja o no, si tienes hijos o no. Lo importante es que analices adónde quieres llegar y si lo que estás haciendo en el presente te aleja o te acerca. Si no te acerca, entonces replantea tus prioridades, modifica lo que haces en el presente para que ese futuro que visualizas, sea realmente alcanzable.