Intentar llegar a lo inalcanzable no es un esfuerzo vacío
Empresa Familiar / Por C.P.C. y M.I. José Mario Rizo Rivas
Tal vez el mundo perfecto no existirá nunca. Pero intentar construirlo es una manera de plantar sus cimientos y es una estrategia que le conviene a la empresa familiar
“La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”. Eduardo Galeano
En un mundo ideal, utópico, las empresas familiares no la tendrían tan difícil para solidificar los cimientos de su negocio, podrían otorgar mejores condiciones de empleo para toda su plantilla de personal, y las dinámicas entre los familiares que las integran serían más fluidas y libres de conflictos que escalan más allá de lo laboral. Habría más apoyos del gobierno e incentivos fiscales que impulsen las buenas prácticas financieras. Las cámaras de cada industria crearían alianzas que en verdad protejan las empresas para que la actividad económica siguiera creciendo.
La utopía suena muy bien así, pero en la realidad se convierte en un espejismo que muchos empresarios ya no desean tener en el horizonte, porque ilusiona de pronto y decepciona sin aminorar el golpe.
”¿Sabe cuál es mi enfermedad? La utopía. ¿Sabe cuál es la suya? La rutina. La utopía es el porvenir que se esfuerza en nacer. La rutina es el pasado que se obstina en seguir”. Victor Hugo
No importa el contexto, en la mayoría de las ocasiones, cuando alguien dice “utopía”, la gente piensa en algo ideal pero inalcanzable, imposible. Es como una fábula que leí hace poco. Un niño lee esa palabra en un libro y le pregunta a su padre que le explique qué significa. El padre medita un momento y le dice: “Es como un arcoíris: lo ves en todo su esplendor, pero cuando quieres ir hacia él, se aleja y nunca llegas a donde está. Caminas 100 metros, él se aleja otros cien. Avanzas 100 kilómetros, el arcoíris hace lo mismo.” Así que el niño, decepcionado, le dice: “Entonces la utopía no sirve para nada”, a lo que su padre le responde: “Claro que sí: sirve para caminar”.
Esta pequeña historia me hizo pensar precisamente en lo que las empresas familiares desearían que les ayude a prosperar junto al entorno en donde operan: parece inútil siquiera pensarlo, porque no sucederá. Pero creo que es una conclusión demasiado fatalista, que le quita el poder a la idea de un escenario ideal para este tipo de negocios. En lugar de pensar que será imposible, quizá es mejor reflexionar hacia dónde dirigir los esfuerzos para que la industria pueda avanzar.
Por ejemplo:
Analizar el tipo de apoyos que realmente impulsan una empresa
Más allá de las promesas de una campaña o los acuerdos que se logran entre círculos herméticos de una industria —que ni siquiera incluye a todos sus participantes— los empresarios conocen muy bien los obstáculos que impiden arrancar un proyecto, y son las personas que tienen la experiencia que permite crear mejores programas de apoyo desde el gobierno, inversionistas o bancos que además ayudan a que se cumplan con requerimientos legales y certificaciones. ¿Qué es lo que le hace falta, por ejemplo, a las empresas familiares que operan en el sur del país y que las del norte sí tienen?
Acordar con la industria las mejores prácticas para seguir el paso a las tendencias
Los cambios en la tecnología y las formas de hacer negocio suelen ser abrumadoras para las pymes, que en su mayoría son empresas familiares, porque no cuentan con el capital para adaptarse de inmediato, a pesar de que sí tienen la disposición de seguir las tendencias. Si existen acuerdos que permitan el acceso a herramientas digitales o cursos para las certificaciones de calidad que se actualizan a organizaciones de cualquier tamaño, entonces la competencia es más equitativa.
Identificar las razones por las que no se cumplen con lineamientos fiscales o de empleo
Por el contacto que he tenido con empresarios a lo largo de mi carrera, no tengo miedo en decir que, si las condiciones de trabajo no siempre son óptimas, es porque es difícil alcanzar los estándares, especialmente al inicio de un emprendimiento. ¿Qué pasaría si, de forma honesta y con intenciones de mejorar los sueldos y el cumplimiento de obligaciones fiscales, la gente al frente de estas compañías ayuda a establecer una escala que sea más realista y, al mismo tiempo, competitiva para quienes busquen empleo con ellas?
Contar con métodos de resolución de conflictos satisfactorios para todas las partes
Esta es, por mucho, la definición de utopía. Sin embargo, existen mecanismos que, si se adoptan e implementan a tiempo, arrojan resultados más positivos que si deciden ignorarlos. Precisamente porque una empresa familiar se construye dentro de un entorno en el que hay vínculos emocionales entre sus integrantes clave, es importante contar con un plan de sucesión actualizado, un gobierno corporativo que deje en claro quién ocupa cuál puesto, un plan para la gestión de crisis internas y, siempre que sea posible, la colaboración de uno o más profesionales externos, sin intereses en la empresa —o sus miembros— para la gestión de conflictos o cualquier controversia.
Imaginar el mundo utópico permite que se inicien los cambios. Que se camine hacia adelante, aunque el horizonte no se acerque tan rápido o la perfección sea inalcanzable. Lo que nos hace humanos es la creatividad y la búsqueda de lo mejor para nuestra vida. Más vale que pongamos estándares muy altos, porque si algo sabemos es que las empresas familiares son la mayor fuente de empleo en México y el principal origen de su PIB. Así que no es un esfuerzo vano apuntar lejos, porque los beneficios serán más importantes que el esfuerzo invertido y, al final de cuentas, es lo que permitirá que sigamos avanzando. “La utopía es el principio de todo progreso y el diseño de un futuro mejor”. Anatole France.