Falta de agua o falta de agua potable
Medicina Familiar / Dr. Marco Antonio Inda Caro / Médico de Familia
Una mujer de 27 años acude a consulta médica por primera vez, siete días después de un parto normal sin complicaciones. Se queja de la presencia de múltiples gusanos blancos en su ropa interior. No presenta molestias, salvo en ocasiones un leve escozor en los genitales externos que le provoca comezón. Ingería agua de la llave cuando había, o directamente del pozo sin hervir, una práctica común en la población que habita en Punta de Mita.
– ¿Desde cuándo consumes el agua así?
– La mayoría de la población consume agua directamente del pozo. Cuando no nos alcanza para comprar agua, ya nos ha pasado que el agua de garrafón que nos venden, a los tres días se nota con morusa. Además, esas lombrices siempre las han presentado mis hijos, y sé de algunas personas mayores que también las tienen. No es algo nuevo.
– Bueno, no tienes cita médica, pero debes quedarte para consulta porque necesitas tratamiento por tu bien y el de tu hijo que acaba de nacer. Son las tres de la tarde; si esperas y no tienes prisa, te atenderán – Claro, contestó.
A las cinco de la tarde se retiró de la Unidad Médica sin tratamiento.
La parasitosis es un problema que nunca ha dejado de existir en México y en el mundo. Los parásitos como oxiuros, amibas, gnathostoma y tenias son los de mayor prevalencia en esta región. La falta de higiene ha fomentado por años la presencia de estos parásitos. El grupo de edad más vulnerable son los niños menores de cinco años; sin embargo, en la edad adulta, el consumo de agua no potable y de agua envasada de dudosa procedencia está afectando gravemente. A esto se suma la falta de sensibilización de la población que es portadora de parasitosis, una situación tan común en la actualidad.
¿Cuándo te toca tu letra?
Uno de los dichos de mi pueblo era: “Aquí el más guapo espanta”. Y es que Pantaleón se llamaba el quinto hijo de don Emérito, alias el Pito de Oro, porque cinco de sus hijas no gozaban de buena reputación, y el único hijo, Pantaleón, tenía gustos contrarios a su naturaleza viril. Los dichos en Puerto Vallarta surgieron después de la segunda dosis de la vacuna Pfizer, pues hubo más quórum para la aplicación de la vacuna. Esto fue porque las personas que no acudieron a la primera dosis esperaban ver los efectos adversos en quienes se la pusieron primero. El dicho más común era: “Si se mueren, no me la pongo”, como me contó el pastor de una iglesia del centro de la ciudad cuando le pregunté:
– Y usted, ¿cuál es su vacuna preferida?
– Yo, ninguna.
Entraba al consultorio abriendo la puerta con los codos o sosteniéndola con el pie para que no se cerrara. Usaba desinfectante en espray antes de tocar la manija de la puerta y después rociaba la silla donde iba a sentarse. Al mes siguiente, cuando acudió y ya le habían aplicado la primera dosis, me dijo:
– ¿Sabe cuándo llegarán las vacunas? Estoy esperando la Pfizer o la Moderna.
– ¿Y no se aplicaría la china? Esa tiene una alta efectividad.
– No, esa no.
Pues ni la china, ni la Pfizer, ni mucho menos la Moderna se ha aplicado. Sigue con el mismo protocolo al llegar a cualquier sitio, desinfectando el área. Con más de 70 años, su Parkinson y su hipertensión lo convierten en un paciente de alta vulnerabilidad.
Dijo doña Crescencia:
– Pues yo, como las de Talpa, ¡ya me vacuné! Si el resto no alcanza, no me importa.