El viaje sin retorno, misterio de fe
Red Interna / Humberto Famanía Ortega
Cuando una persona amada o un amigo, emprende el viaje a la eternidad, simplemente quienes somos cristianos, tenemos la esperanza de volverlo a ver, es un misterio en lo que se transforma al momento de dejar el cuerpo con el que viviste esta vida. El alma existe porque es una energía que le da vida a lo creado por Dios, nuestra existencia física es como un guante que mueve el espíritu y deja de funcionar cuando vuelve a su lugar de origen. Vivimos con la esperanza de volvernos a encontrar, pero siguen viviendo en nuestra mente y corazón, nunca dejan de existir.
Hemos pasado por una época muy difícil de enfermedades, pandemias, asesinatos a diestra y siniestra, guerras sin razón de ser. El Creador nos dio este mundo para ser felices en todos los aspectos, los humanos somos responsables de todo lo que pasa, y radica en una falta de conciencia en convertirnos en los protectores de esta tierra prodigiosa. Queremos ejercer el poder a como dé lugar, con tal de tener mas de lo necesario no importando las consecuencias tan funestas que agravian fuertemente a todos los seres de este planeta azul. Los tiempos se están agotando, es urgente cambiar de un rumbo incierto que nos llevara al desastre.
Todos hemos pasado por momentos muy difíciles cuando un ser querido muere; al momento de nacer sabemos de antemano que tenemos que morir para completar el proceso en esta vida, que es nuestra responsabilidad el lograr una convivencia en armonía y productiva. De ahí que brota el de buscar la justificación de nuestra existencia, a esto se le denomina trascender. Muy importante es evaluarnos constantemente, para saber a cabalidad el rumbo que debemos de tomar donde el amor sea la panacea que nos haga ser mejores.
Recuerdo a un excelente amigo que dejó un gran legado enmi persona, él decía con gran claridad: Sumemos e integremos hombres, mujeres, comunidades, municipios, estados, naciones, continentes y espacios cósmicos, en actos morales de evolución que exalten los valores locales y que alcancen esencias de orden universal. Que los derechos del individuo, como tal, no se destruyan por los derechos de las masas. Ambos conceptos, desarrollo del individuo y desarrollo de masa o de sociedad, no son incompatibles sino necesariamente armónicos e inseparables.
Es así como todo esto nos conduce a crear místicas de acción con las esencias de nuestros valores, para darles a los objetivos un sentido de integración y a la sociedad metas de superación.
Pues bien, todos tenemos que valorarnos. Hay que reconocer y apreciar mucho nuestras cualidades y esfuerzos para mejorar. Compararnos con otros o imitarlos no es útil, porque cada uno de nosotros somos diferentes y con una visión particular de la vida. Debemos valorar el tiempo, intentando concentrarnos en el aquí y en el ahora, para no perderlo inútilmente en preocupaciones del pasado o el futuro; recordando que un día más es un día menos de nuestra existencia terrenal. Nuestras inseguridades y temores son nuestros peores enemigos.
Vivir a plenitud es nuestra consigna, todo depende de nosotros, urge no perder el sentido de ubicación, donde se discuta con mucha objetividad de nuestra inserción en la globalidad, desde la evaluación de las nuevas desigualdades que están acompañando a este proceso de las probabilidades que tenemos para enfrentarlas.
Aceptar que la vida no es perfecta, que las tristezas y alegrías son parte de la existencia humana; la diferencia está en la actitud.