El talento infantil ilumina el IV Concurso “Mi Iglesia de Guadalupe”
Por: Ángel Reyes
El Museo Parroquial se convierte en galería para celebrar el arte de niñas y niños vallartenses.
El arte y la fe se dieron la mano en la cuarta edición del concurso infantil “Mi Iglesia de Guadalupe”, celebrado en el Museo de la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, donde decenas de niños y niñas de nivel primaria y secundaria dieron vida a sus propias interpretaciones del emblemático templo vallartense.
Coordinado por la gestora cultural Isela Mariscal, el certamen se ha consolidado como un espacio de expresión artística que promueve el arraigo por el patrimonio local y la identidad religiosa de la ciudad. Durante la jornada, el museo parroquial —impulsado por el padre Arturo Arana como un centro de cultura viva— se transformó en una galería efímera repleta de color, imaginación y devoción.
Talento que deja huella
El jurado calificador, integrado por personalidades del ámbito artístico como Arturo Montero y Anais, destacó el alto nivel de las obras participantes, lo que hizo particularmente difícil la deliberación. Tras una cuidadosa evaluación, los ganadores fueron:
- ???? Primer lugar: Gemma Sarahi Pérez Monroy
- ???? Segundo lugar: Alexander Santillán Chávez
- ???? Tercer lugar: Sofía Isabella Padilla
Arte que une a la comunidad
Más allá del reconocimiento, el concurso fue una celebración del esfuerzo conjunto entre docentes, familias y comunidad parroquial. Educadoras como Carolina Pérez y Talía GD, junto con madres voluntarias y padres de familia, acompañaron a los pequeños artistas en este recorrido que fusiona formación artística y valores espirituales.
El padre Arturo Arana reafirmó su compromiso con la cultura local al abrir las puertas del museo parroquial para este tipo de actividades, que, aseguró, “fortalecen el tejido comunitario y el amor por nuestras raíces”.
Un proyecto con futuro
“Mi Iglesia de Guadalupe” ha evolucionado más allá de una competencia infantil: se ha convertido en una plataforma para cultivar el aprecio por el arte, el patrimonio y la historia religiosa de Puerto Vallarta. En ese espíritu, los organizadores expresaron su gratitud al jurado, al personal docente, a los voluntarios y a todas las familias que hicieron posible esta edición.
Con cada pincelada y cada trazo, los pequeños participantes no solo mostraron su talento, sino que dejaron claro que el arte también se aprende en comunidad. Y esa es, quizás, la mayor victoria del concurso.

