El adiós a una madre
Educación y parentalidad / Dr. Jesús Cabral Araiza
Cuando una madre se va, se activan una serie de mecanismos que no sabía una persona que entraban en juego. Como muchos de esos mecanismos, está destinado a proteger y salvaguardar la integridad de quien se queda y sufre la ausencia. Sin embargo, la protección no es completa, por más que uno trata de racionalizar la ausencia, las condiciones benéficas de la partida, y adaptarse en general a la pérdida, el dolor psíquico varia en intensidad dependiendo de variados factores.
Una parte es el duelo y el manejo de la información del momento, cuando las personas dan el pésame, y otro diferente cuando los días se hacen largos al pensar que ya no está tu madre, cuando extrañas esa llamada casual para saber simplemente cómo está ella, o ella te llama a ti para saber cómo estas, o te felicita por cualquier pequeño logro que considera has obtenido.
Una madre siempre es un bastión en el que se puede apoyar quien sea, y como dijera Fromm, “El amor de una madre es condicional a que nada le pase al hijo”. ¿Cuántos consejos y cuántos desvelos por el bienestar del hijo pueden prodigar las madres? De hecho, quizás sean infinitos, pues aun ausentes queda el recuerdo, o uno mismo se hace la pregunta: ¿Qué haría o qué me diría mi madre en este momento? Y como una especie de super-yo del más allá, tiene influencia en el presente.
El hecho es que no se puede olvidar la influencia y la determinación de la persona con tratar de racionalizar la partida, el aprendizaje vendrá con el tiempo para asimilar que la vida tendrá que adaptarse a la ausencia, que ya no hay marcha atrás, y que como señala una bella canción, al final solo somos polvo en el viento.
Pero de igual manera, necesitamos tomar fuerzas para entender que esa energía y determinación que pusieron nuestras madres para una crianza sana y feliz, tendrá que valer la pena, por una parte, intentar todos los días ser personas de bien, como ellas lo entendieron y lo procuraron. Y otra muy seguramente, y si tenemos hijos, formar nietos de bien, pues es una alegría saber que uno va dejando buenas cosas por este mundo, y que el origen tiene que ver con el amor de una madre.
Sin duda, la mejor forma de honrar el legado de esas madres que nunca se van, es tratar de ser gentes probas, que no demos motivo de vergüenza alguna a ellas, y que intentemos permanentemente ser las personas que ellas sabían que podríamos llegar a ser. En realidad, nunca se irán y siempre nos acompañarán de diversas maneras.
La mejor manera de vivir un duelo es primero no negarlo, hay muchas formas en las que se puede honrar a quien se ha ido, y una forma efectiva es emular sus buenos ejemplos. Por mi parte espero que todas esas palabras que pude intercambiar con mi madre, sirvieran para darle una digna despedida, una certeza de que la amo por siempre, y que nunca se alejará de mi lado. Espero que ustedes amables lectores, si aun tienen sus padres, los hagan sentir especiales, que les ayuden con las tareas que ellos ya no pueden realizar, pero que antes las hacían fácilmente, y casi todas eran para facilitarles la vida a ustedes. Nunca podrá ser un adiós del todo.
Gracias infinitas hasta dónde estés madre espero algún día volver a encontrarte y terminar tantas platicas inconclusas y tantos buenos momentos que hoy extraño mucho. Gracias por todo, gracias por la vida.