Dignidad por siempre y para siempre

Red Interna / Por: Humberto Famanía Ortega

No es de extrañar que la sociedad de hoy, basada en criterios de eficiencia económica y que valora únicamente a las personas productivas

Todos deseamos un mundo mejor para nosotros y para nuestros hijos. Pero, desgraciadamente, en la actualidad la vida y la dignidad de las personas se han visto, como nunca, pisoteadas y atacadas de muchas maneras. Se ha desatado una verdadera guerra de los poderosos contra los débiles.

No es de extrañar que la sociedad de hoy, basada en criterios de eficiencia económica y que valora únicamente a las personas productivas, tienda a despreciar la vida de los enfermos, las personas con discapacidad, los ancianos, los niños y, sobre todo, de los pobres.

Hoy es necesario profundizar en el rumbo que habrá de definir el actuar del ser humano ante los grandes retos. Este actuar deberá basarse en reglas claras que permitan, de alguna manera, contribuir a la solución de problemas tanto materiales como emocionales.

Estamos fallando porque no nos valoramos y nos dejamos guiar por caminos que conducen a un abismo sin fondo.

La conciencia moral, tanto individual como social —hoy sometida también por el fuerte influjo de muchos medios de comunicación— enfrenta un peligro gravísimo y mortal: la confusión entre el bien y el mal en relación con el mismo derecho fundamental a la vida.

¿Cómo va a ser posible la integración entre pueblo y gobierno si nos convertimos en un conjunto de individuos colocados unos junto a otros, pero sin vínculos recíprocos? Si cada cual quiere afirmarse independientemente de los demás, incluso haciendo prevalecer sus intereses sobre los análogos de los otros, se verá obligado a buscar cualquier forma de compromiso para garantizar a cada uno el máximo posible de libertad. De esta forma, desaparece toda referencia a valores comunes y, desde luego, a una verdad absoluta para todos.

La vida social se adentra así en las arenas movedizas de un relativismo absoluto. Entonces, todo es pactable, todo es negociable. En pocas palabras, todo acaba siendo la libertad de los más fuertes contra los más débiles, destinados a sucumbir.

El destino lo labramos todos y, en consecuencia, cuando formamos una gran sociedad con sentimientos y anhelos comunes, garantizamos un futuro lleno de certidumbre.

Por eso, frente a las circunstancias actuales que vive nuestra patria, nuestro estado y nuestro municipio, se requieren organizaciones ciudadanas serias, estables y participativas, pero sobre todo críticas. El objetivo es que, ante las ofertas de los diferentes partidos políticos, estas puedan ser evaluadas para descubrir las promesas incumplibles, la demagogia y, a la vez, identificar a aquellos candidatos irresponsables a quienes solo les interesa ganar votos para permanecer en el poder y servir a sus causas personales y compromisos grupales.

Es importante que estas asociaciones se conviertan en un instrumento más de la vida política del país, del estado y del municipio, para que evalúen constantemente los compromisos contraídos; que recuerden lo ofrecido y analicen la congruencia con lo realizado.

Como dice el dicho, quien se duerme en sus laureles despierta en medio de tempestades. Hemos observado que la sociedad mexicana adolece de una falta de convicción patriótica. No hemos sabido ser vigilantes ni orientadores para advertir a tiempo de los peligros, las acechanzas y las desviaciones, a fin de tratar de evitarlas a cualquier costo. Así podríamos corresponder, de forma activa y sedienta de justicia y democracia, con nuevas oportunidades para el progreso ascendente de cada familia, que se ha visto seriamente afectada sin que, aún hoy, se vislumbre una esperanza clara de bienestar.

La construcción del bien de la sociedad será congruente siempre y cuando se dé una oportunidad de participación a todas aquellas ONG o asociaciones civiles que busquen, de forma ética, profesional y con un alto sentido social, contribuir a la grandeza de nuestra patria.