Día Mundial del Donador de Órganos, Tejidos y Trasplante
Medicina Familiar / Dr. Marco Antonio Inda Caro / Médico de Familia
Hace 20 años, el INEGI destacaba en un informe que “las muertes por causas evitables” ocupaban, entre otras, a las enfermedades del corazón en el No. 1, la diabetes mellitus en el No. 2, los tumores en el No. 3 y los accidentes de tráfico por vehículo automotor en el No. 42, mientras que el suicidio se encontraba en el lugar No. 46.
En 2014, las enfermedades del corazón seguían siendo la causa No. 1 de muerte, la diabetes mellitus la No. 2 y los tumores la No. 3. Sin embargo, los accidentes de tráfico ascendieron al lugar No. 4, y se sumaron las agresiones por homicidio en el lugar No. 8. Diez años después, en 2024, las principales causas de muerte continúan siendo las enfermedades del corazón en el No. 1, la diabetes mellitus en el No. 2, los tumores en el No. 3, la neumonía/influenza en el No. 4, las enfermedades hepáticas (asociadas al alcohol) en el No. 5, los accidentes por vehículo automotor en el No. 6, y las agresiones por homicidio en el No. 8.
Con base en esta información, se espera que, en los próximos 10 años, para 2034, las enfermedades del corazón (relacionadas con la obesidad) sigan ocupando el lugar No. 1, así como la diabetes mellitus en el No. 2, los tumores en el No. 3, los accidentes por vehículo automotor en el No. 4 y las agresiones/homicidios en el No. 5.
La donación de órganos, tejidos y trasplantes sigue siendo un mito. Para muchos, existe un rechazo, con la creencia de que uno debe “irse entero”, tal como llegó al mundo, una percepción influenciada por creencias religiosas que ven la donación como algo desconocido o incluso como un pecado celestial. Las creencias divinas persisten y seguirán influyendo en nuestra conciencia y costumbres católicas durante años, pero es necesario aceptar el acto de donar. Debemos cambiar ese pensamiento de rechazo, ya que representa una esperanza para miles de personas.
Don “C” empujaba con dificultad su carreta de frutas con chile y limón por las calles del rancho, buscando un buen lugar para vender. Cada día le costaba más esfuerzo debido a los efectos de una insuficiencia renal crónica que descontrolaba su presión arterial y lo dejaba sin aliento. A sus casi 66 años, necesitaba con urgencia un trasplante renal y estaba en una larga lista de espera. Sin embargo, ya tenía un donador compatible: su hijo, quien era casado, sano, con una familia y un futuro por delante.
A su hijo, su esposa le recriminaba: “¿Por qué tú? Si él nunca se cuidó de la diabetes y era muy borracho”. La esposa decía que cuando él se reía, se le figuraba como una hiena, con maldad y sarcasmo. No estaba de acuerdo con que su marido le donara un riñón en vida, pero decía una frase que jamás se le olvidará: “Cuando se muera, que le quiten lo que sea, al cabo él quiere y no se va a dar cuenta, pero mientras tanto, no.”