Degradación sostenida
La ciudad imaginada / Dr. José Alfonso Baños Francia
En los últimos días han sucedido hechos lamentables que vuelven a cuestionarnos sobre el estado que guardan los sectores gubernamental, empresarial y social en México, Jalisco y Puerto Vallarta.
La semana pasada fueron asesinadas más de quinientas personas a lo largo de la geografía nacional, en un paisaje más parecido a una guerra civil que a una supuesta democracia. Un elemento clave es la escasa capacidad de respuesta ante los profundos problemas que enfrentamos por parte de la elite que gobierna desde 2018. Tal parece que la nostalgia por el pasado les imposibilita asumir la responsabilidad de administrar con eficacia a pesar de la urgencia por sumar voluntades en vez de descalificar a los adversarios y dividir a la patria.
A escala estatal, el principal grupo delictivo parece afianzarse y marcarle la agenda a una administración que no parece reconocer la gravedad de lo que enfrentamos. Y en nuestro puerto, la ingobernabilidad y el débil liderazgo de sus dirigentes, pone en entredicho a una comunidad que afronta cotidianamente la desigualdad, exclusión y pobreza, dejando pasar oportunidades para el desarrollo local.
El reciente asesinato del director del organismo operador del agua es una copia al carbón de la escena donde Michael Corleone despacha a sangre fría al Turco Sollozo y al jefe de policía McCluskey en la primera entrega de la película El Padrino. Así de bajo hemos llegado, experimentando sucesos que parecían reservados a la ficción criminal.
Por lo que respecta al actuar empresarial, asistimos a un incremento en las prácticas extractivas en el sector turístico, en particular en el inmobiliario donde la consigna sigue siendo incrementar la rentabilidad a la mayor velocidad posible y sin atender las consecuencias. Salvo algunos empresarios que intervienen con una mirada colectiva, prevalece la mentalidad abusiva y depredadora sobre los bienes que nos pertenecen a todos.
En esta maraña, la sociedad busca escapar de la realidad recurriendo a las redes sociales como una tabla de salvación que atenúe lo que duele y no alcanzamos a comprender. A ello agregamos el escaso compromiso para posicionarnos como agentes de cambio.
Esta degradación sostenida puede ser desinflada mediante el concurso comunitario estableciendo metas que faciliten el tránsito hacia un modelo de desarrollo con criterios humanos, donde la prioridad no sea el beneficio privado sino compartir generosamente los bienes. Donde el poder no sirva para asegurar fabulosos negocios a los participantes, sino como la forma más noble para la promoción de la prosperidad colectiva. Donde la sociedad se esfuerce con pasión y disciplina con atenuar los problemas de fondo que nos mantienen en el atraso: la injusticia, la desigualdad y la exclusión.
Aún estamos a tiempo de dar un golpe de timón para enfrentar a las fuerzas oscuras que hemos ido alimentando lentamente gracias a la pasividad, cobardía y mezquindad con la que tejimos los lazos comunitarios. Nos lo merecemos porque es hermosa esta porción del planeta y afortunado el tiempo en el que nos tocó vivir.