COP 28
La ciudad imaginada /Dr. José Alfonso Baños Francia
La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), mejor conocida como COP 28, se desarrolló del pasado 30 de noviembre al 12 de diciembre en Dubái.
El evento ocurre anualmente desde 1992 cuando la ONU implementó el primer acuerdo sobre el clima. Opera como un espacio común donde los gobiernos buscan acordar políticas que limiten el aumento en la temperatura global y consideren estrategias de adaptación para las tensiones asociadas al cambio climático.
En esta ocasión, las expectativas eran muy altas porque se ha incrementado la temperatura global, teniendo al año 2023 como el más caluroso jamás registrado. El compromiso era acceder a una nueva era, apelando a la coordinación y trabajo colaborativo con una mirada mundial. Y es que las tensiones a la casa común deben su origen al modelo de acumulación económica que parece ilimitado, dinámica acuñada como capitalismo y cuyas distorsiones han venido en aumento en las últimas décadas, en particular por el uso de combustibles fósiles como el carbón, petróleo y gas.
El acuerdo alcanzado indica que para el año 2050 deberán lograrse cero emisiones netas en el planeta, mediante la reducción en el uso, así como la adopción de tecnología para la captura y almacenamiento de carbono en instalaciones contaminantes como centrales eléctricas y que puedan ser almacenadas bajo tierra.
Para mantener un clima soportable en el futuro próximo, se debe reducir la producción de energía tradicional y aumentar la utilización de energías renovables (eólica, solar, hidráulica y geotérmica) para el año 2030. Al mismo tiempo, se requiere de un aumento sustancial del financiamiento para la adaptación e inversión en resiliencia.
En México, las decisiones del gobierno federal, que parece enamorado de los combustibles fósiles, van en sentido contrario a los esfuerzos globales, bajo un arcaico discurso de nacionalismo e independencia energética vinculada al sector petrolero, teniendo a Pemex como empresa bandera y cuya gestión y finanzas son una muestra del fracaso de los gobiernos cuando se meten de empresarios en vez de crear las condiciones para la inversión privada o comunitaria.
Ello es paradójico ya que nuestro país cuenta con un gran potencial para obtener energía mediante sistemas naturales, como el solar, pero no hemos creado el interés ni las condiciones para lograrlo.
Por lo que respecta a Puerto Vallarta, se cuenta con un Programa Municipal de Cambio Climático pero en la práctica, el crecimiento turístico e inmobiliario no considera la reducción de emisiones ni tampoco dispone de instrumentos para legislar y gestionar las variaciones climáticas.
Tras la conclusión de la COP 28, lanzamos una urgente invitación para proteger y regenerar nuestro planeta, comprometiéndonos en tareas cotidianas como reducir el consumo, apoyar energías limpias y reforestar, acciones que pueden marcar la diferencia en el futuro inmediato y de largo aliento.