Chumpanchón y su Buena Nueva
Por: Cristina Gutiérrez Mar
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Chumpanchón vivía en una aldea situada en el centro del polo norte. Era una aldea con ambiente cálido a pesar de las altas temperaturas. La neblina danzante conocía bien las virtudes de cada aldeano y, las estrellas formaban grandes mandalas para deleite de los espectadores.
Chumpanchón era un hombre de complexión gruesa y orejas pequeñas. Sus cachetes eran rojizos y sus ojos saltones. Siempre andaba de mal genio y se quejaba de todo y de todos. Vivía con su gato Chilpachole, dorado y sin pelo. Era un gato muy extraño, de grandes bigotes como Dalí y mirada escarlata.
Como cada domingo, Chumpanchón salió de su cabaña muy temprano con una mochila vieja en su espalda. Se dirigía al bosque de los pinos a buscar piñas para venderlas en el mercado de la plaza principal. Los aldeanos aún dormían y se percibían ronquidos lejanos. Las estrellas seguían pegadas al cielo y el aroma del aire era de carbón quemado con canela.
Chilpachole le seguía el paso, hundiéndose a ratos en la nieve espesa. Caminaron durante un largo rato, hasta que tres rayos de sol aterrizaron en frente de ellos sobre la nieve, formando unas letras sin sentido.
Chumpanchón se quedó quieto y pensativo, tratando de encontrar algún significado a las letras; mientras Chilpachole corría alrededor de los rayos de sol que se encontraban en el blanco suelo.
Las letras formaban la palabra: Bet léhem. ¡Belén! Exclamó Chumpanchón con júbilo. De repente, el viento olió a pan recién horneado y un camino apareció delante de ellos.
Chilpachole corrió por el sendero y, Chimpanchón extrañado y escéptico, no le quedó más remedio que adentrarse entre la bruma del camino misterioso. No se escuchaba sonido alguno, sin embargo, el aroma a pan era cada vez más intenso; y la bruma, se difuminaba lentamente.
El camino se terminó, un gran muro detenía el paso. El muro era tan alto que se perdía en las nubes.
Chilpachole movió sus bigotes de Dalí y dio un gran salto hacia el muro y, empezó a escalarlo sin ningún problema. Chumpanchón le gritó a su compañero, pero fue inútil, Chilpachole había desaparecido entre las nubes.
Un viento fresco y suave apareció llevándose todas las nubes a su paso. Una estrella se dibujó en el cielo, su brillo era hermoso que Chumpanchón, por primera vez, sonrió. Aún no amanecía por completo, el cielo seguía oscuro, sólo unos pocos rayos de sol estaban presentes. La estrella se hacía aún más grande y brillante. El olor a pan era exquisito y una aurora boreal se personificó para acompañar a aquel singular espectáculo.
Un pedacito de estrella cayó en la cabeza de Chumpanchón. Chumpanchón la tomó en sus manos con todo y guantes y, observó el gajo de estrella que brillaba más que el oro puro. Además, tenía incrustados algunos pelos del bigote estilo Dalí de Chilpachole.
Chumpanchón extasiado corrió hacia la aldea. Tenía la impresión que Chilpachole había cumplido su misión y estaba feliz desde la estrella. Por fin el momento había llegado, la segunda venida estaba cerca.
Los aldeanos, al escuchar los gritos de Chumpanchón, salieron a su encuentro en la plaza principal. Chumpanchón les explicó cómo habían sucedido las cosas y, los aldeanos, se rieron de él. De repente, llegó el viento con su aroma a pan recién horneado y, la estrella de Belén apareció majestuosamente en el cielo.
¡Era cierto! Pronto Él vendrá…
Cucus