Caminos de Guanajuato
La ciudad imaginada / José Alfonso Baños Francia
Hace unos días estuve en la ciudad de Guanajuato, y al recorrer sus calles, sentarme en sus plazas y admirar sus monumentos, recordé porque le tengo tanto amor a aquellas tierras.
El asentamiento más antiguo deriva desde la época mesoamericana; conocida por los chichimecas como Mo-o-ti, que significa “lugar de metales”, lo cual ya nos habla de su capacidad para la explotación minera. Con el auge del imperio mexica fue llamada Paxtitlan, al tiempo que el nombre actual deriva de “kuanasï” (rana) y “uata” (cerro), conformando el nombre purépecha de Kuanasïuatu, o sea, el “lugar montuoso de ranas”.
Durante la época colonial, Guanajuato fue un sitio muy cotizado por el aprovechamiento de los yacimientos de oro y plata, consolidándose como uno de los bastiones más importantes de la Nueva España, abundando la riqueza económica pero también la desigualdad e injusticia.
Vale recordar el papel estratégico que tuvo en la guerra de Independencia durante la famosa toma de la Alhóndiga de Granaditas por el ejército de Miguel Hidalgo, así como la posterior masacre de la guardia virreinal y de civiles españoles refugiados en ella.
Actualmente es la capital política del próspero estado del mismo nombre, y dispone de ricas herencias culturales, siendo declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1988. También es famosa por el prestigio académico de su Universidad, una de las más reconocidas en el país.
La traza urbana corresponde a los enclaves mineros, con una forma orgánica que se adapta a las rugosidades topográficas, otorgándole uno de los mayores encantos a Guanajuato: la oportunidad de ir descubriendo sus rincones paulatinamente. También llama la atención los túneles que unen en subterráneo diversos puntos de su geografía.
Dentro de la abundancia de espacios emblemáticos, me permito compartir tres que son mis favoritos. El primero es el templo de la Compañía de Jesús, concluido en 1765. Su portada presenta una compleja talla en piedra rosa, ubicada dentro del barroco churrigueresco, al tiempo que la majestuosa cúpula es neoclásica, erigida hacia 1883, toda vez que la original se desplomó ochenta años antes.
El segundo es el templo y plaza de San Roque, edificados en el siglo XVIII y que se caracteriza por su sencilla fachada y por los retablos neoclásicos que resguarda, enclavada en un rincón representativo del Centro Histórico. Ahí se desarrollan los Entremeses Cervantinos.
El último espacio de mis afectos es la plaza Mexiamora, rodeada de viviendas de dos niveles y conteniendo una fuente de cantera verde de hermosa manufactura; en torno a ella hay bancas y jardineras, convergiendo callejones como Ánimas, Gallitos, Tambores, Hinojo o la Calzada de Mexiamora.
Visitar la ciudad de Guanajuato siempre es un placer. Hoy se facilita la comunicación con vuelos directos entre Puerto Vallarta y el aeropuerto del Bajío, asentado en Silao y cerca de León; en 40 minutos se salva la distancia que implica unas 7 horas de recorrido por carretera. Si bien la frecuencia aérea no es diaria, bien valdría incrementarla, dada la activa visita de turistas guanajuatenses en nuestra región.