Así nacen las estrellas después de un código mater
Medicina Familiar
Marco Antonio Inda Caro
Médico de Familia
Al ser trasladado en camilla, brilló por primera vez entre los pasillos del hospital HGZ 33, al salir de urgencias TOCO por una cesárea de alto riesgo, donde los mismos trabajadores quedaron atónitos con su presencia, emanaba una luz propia como cuando las personas se hacen presentes.
La antesala, una cesárea de emergencia a las 33 semanas de gestación con una postre de varios intentos de querer intubar a su madre, quien era portadora de obesidad y cuello corto, así lo describieron quienes lo vieron por primera vez – iba acostado con las manos extendidas, las piernas abiertas y el pene erecto.
Hay quienes aseguraron que el mástil de la bandera capitalina de la Ciudad de México era enano, pues demostró un miembro viril alto, enorme y gallardo. Simbolizó una fe, una esperanza, según los provincialismos mexicanos, “se la peló toditita la bestia del oriente”, al pasar se notaba un brillo por los asistentes, quienes lo vieron partir a los cuneros por ser prematuro, nada más le hacía falta reírse, aunque le faltó muy poco, porque su aspecto era de victoria. No alcanzó los 2 kilos, cubierto con un fino pelo llamado lanugo que abultaba en el dorso de sus brazos.
Él no se enteró de la suerte de su madre, de que pasó por un infierno para lograr que él saliera, seguramente cuando comprenda se lo va a contar, y él se lo va a agradecer. Así el melodrama: Creo que el nombre de su madre era Vanessa, oriunda de La Herradura en Bahía de Banderas, sucedió en la fatídica tercera ola que azotó la región, cuando llegó a pisar urgencias del HGZ 33, así fue lo dramático de su ingreso.
Avisaron por medio de un chat de regulación entre las clínicas vecinas, que trasladarían a una paciente de veintitantos años con un embarazo de 32 semanas de gestación con prueba COVID positivo y datos francos de dificultad al respirar. De inmediato fue ingresada al área de urgencias TOCO donde se conectó a una toma de oxígeno. Del interrogatorio no hubo mucho porque apenas hablaba por la gran falta de aire, alcanzo a decir lo siguiente:
“Vanessa – mee sssiiieeentooo muuuyyy caaannssaadddda, yaaa nooo ttteeengo casi nnaaada dee resssuellooo.”
No alcanzó a terminar de hablar por lo débil de su estado, su voz se comprendía muy poco, tenía que agacharse y colocar el oído cercas a ella para poder entenderle.
Después de 3 intentos fallidos para intubarla, permaneció por 7 días conectada a un respirador, la meta era esperar una semana más para preparar los pulmones de su hijo para que fueran fuertes y lograr que se adaptaran al exterior lo más pronto posible.
Luchó contra un huracán llamado COVID 19 aferrada a la vida, entregada a querer ver lograr a su hijo, que en esa tercera ola devastó a los antivacunas y no respetó a nadie que se le pusiera frente a frente. Había un detalle de mal pronóstico, su obesidad asociada al embarazo, no era nada prometedor, y sabía de antemano del alto riesgo que existía con la COVID-19 y la alta mortalidad en obesos, la inmadurez pulmonar de los niños prematuros, es un vestíbulo de la muerte por el gran riesgo que existe en su inadecuada adaptación al mundo exterior.
Durante la estancia del binomio (madre e hijo), se vivió una pequeña fabula entre ellos y el personal, pues permaneció el 3 días dentro de una incubadora, y su madre dos semanas conectada, un estímulo táctil es lo único que se requiere para la lactancia materna, considerando para muchos un estímulo salvador de esa alma a medio del túnel.
Hazañas como estas no contadas por el personal, existen a diario. Personal sanitario que labora en instituciones públicas merecen un reconocimiento extra por tan ardua labor, todos forman parte de un engranaje a la prefectura.