“El que anda la vida, el hambre lo hace entrarle a los chingadazos”: El Güero Cevichero
Miguel Ángel Ocaña Reyes
Hombre divertido y dicharachero, Víctor Guzmán Pelayo, el Güero Cevichero, es todo un personaje en el centro de Puerto Vallarta, diariamente ofrece ceviche a sus clientes, siendo bien conocido y muy recurrido, pues después de 50 años de vivir en el municipio, se ha ganado la amistad y cariño de la gente, que lo saluda alegremente.
El Güero Cevichero es el tercero de ocho hermanos procreados por José Guzmán Barajas y María del Carmen Pelayo, vio la luz del día en Santa Rosalía Jalisco en 1939, a los nueve años se fue a vivir a Manzanillo y posteriormente empezó a vivir su vida aventurera.
Conoció Puerto Vallarta a los 24 años, influenciado por un comentario que escuchó durante un viaje a Manzanillo cuando iba a visitar a sus padres, en el que se decía que el destino turístico estaba en franca bonanza, eso le llamó la atención y decidió aventurarse sin un centavo en las bolsas, sin embargo cuando conoció el poblado, decidió jamás volver a su tierra natal.
¿Cómo llega a Puerto Vallarta?
El dinero es muy llamativo y como sangre del corazón, venía yo de Guadalajara de ver a mis padres porque estaba enferma mi madre y fui a Manzanillo a darme una vuelta, pero Guadalajara no me gusta porque el agua no me cae, hace que me vomite, necesito tomar tehuacanes o chelas, entonces me vine pronto a Manzanillo otra vez, pero saqué mi boleto de la central de Guadalajara a Manzanillo y en Autlán se bajaron los pasajeros que venían en el asiento de adelante donde yo venía, ahí se subieron otras dos personas que venían a Vallarta, y en el recorrido venían platicando que en Vallarta casi casi se venía haciendo el polvito del oro, y yo que iba a trabajar a Manzanillo, que me vengo a seguir el oro, y llegué aquí en 1963.
¿Cómo era Vallarta cuando lo conoció por primera vez?
Cuando llegué Vallarta era muy chiquito, el mercado municipal tenía tejabancitos de asbesto y de lámina de cartón, en el Cuale ya había un puentecito que subía por unos tubos, y luego más abajo estaba una escalera para bajar a la islita, yo llegué a vivir en los tubos, mi primer bungaló fue debajo de un huamuchil, puse dos horquetas, unos palos y unas palapas encima, a Vallarta llegué a dormir al hotel Camarena. Vine con el fin de buscar a un amigo que se había venido de Manzanillo a vender birria a Vallarta, pero no lo encontré, entonces me puse a trabajar en obras públicas, estaban empedrando las calles Insurgentes y Venustiano Carranza, llegué con el “maistrero”, el que contrata la gente, le dije: Maestro, yo tengo hambre y quiero trabajar porque vine a buscar una persona y no me la encontré, como vio que trabajaba bien ahí me quedé.
¿Cuánto tiempo trabajó ahí?
Dos semanas, porque como salíamos a las cuatro de la tarde, anduve viendo en la playa de Los Muertos y otras partes, vi gente bañándose y viviendo bien, entonces dije yo aquí voy a vivir, después de dos semanas de trabajar junté unas burritas (centavos), con eso me compré un cuchillo, una olla, pescado, andaba viendo dónde compraba tostada, anduve cerciorándome de todo, porque en Manzanillo llegué a ser cantinero y aprendí a hacer botanas, yo fui campesino agricultor en mi tierra, pero andando por la vida aprendes muchas cosas, así fue como empecé a comprar mis cosas. La señora que nos asistía cuando me dio la recomendación el maestro con el que andaba trabajando en la islita, que era pequeñita, nada que ver con lo que es hoy, le dije: “Jefa, ¿si hago un negocio me presta este lugarcito para poner una mesita para raspar pescado y hacer ceviche? Y en tres semanas yo soy su prestamista”, la señora me vio y dijo: “Ay Güero, te veo un ánimo como si ya lo tuvieras, sale.” Y le respondí, “Y aquí voy a dormir para no irme a mi búngalo” que era una palapita hechiza.
¿Fue ahí donde se inició vendiendo ceviche?
Sí, empecé con una seriedad que no te imaginas, empecé a vender, y para el lunes que llegó el maestro a hablarme, le dije: “No maestro, no me dijiste que si estaba listo para el lunes, no soy de los culebras, pero ahora ya soy patrón.” Y es que ya había vendido el domingo, nos pagaban 20 pesos y para el pipirrín ¿con qué me quedaba? Pero en ese tiempo ahorré dinero y pues ya después de la primera venta me sobró algo de lo que había comprado al principio, empecé a vender a 50 centavos las tostadas, así fue como me fui sosteniendo, vendiendo en la playa y durmiendo en la isla.
¿Cuánto le invirtió la primera vez?
Pues como 70 pesos, y el primer día había vendido como 140 tostadas, entonces ya eran 60 pesos, pero como tenía un montón de verdura y cosas que me habían quedado, me empezó a quedar y con poquito ya hacía lo de otro día, al fin que cuado ya fui con el maestro, le dije: “Maestro, ya te dije que soy patrón, ahora te voy a invitar unas tostadas para que sepas lo que vendo y me compres después, y así se fue dando la cosa.
¿Había sido comerciante antes?
No, el que anda la vida el hambre lo hace entrarle a los chingadazos, ¿tu crees que de andar arriando bueyes y haciendo mulas brutas, se va uno a enseñar a eso? No lo que sucede es que salí, y con poquitos días que salí, me fijé en lo que podía hacer. Le sufrí mucho, pero no me arrepiento, porque cuando empecé a trabajar más o menos bien, y cuando empecé a agarrar esto, pues se sufre mucho.
¿Qué fue lo que más le dolió en ese tiempo?
Lo que más me dolió es por qué no me había venido más pronto, porque yo aprendí a medio leer y escribir de pequeño, no me gustaba leer porque nosotros quemábamos muchos hornos de tejería y la tejería te lastima mucho la vista, antes trabajaba llevando bastimentos y cuidando puercos y chicos, arriando burros y todo eso, a los nueve años ya era sembrador de cuenca, con costalillas de maíz y fríjol, yo aprendí a trabajar gracias a dios a la dureza de mi padre, porque era muy duro con nosotros, pero gracias a dios aprendí a trabajar. Entonces aquí me la jugué mucho, cuando empecé a vender más o menos bien, empecé a ver dónde vivía en un cuartito, ya empecé a ver todo diferente, pero Vallarta era muy chico. Cuando estaba uno que le decían Macuela me vendían un pedazo en la farmacia Guadalajara, aquí donde estaban las bodegas del Rizo, me regalaban diez por veinte allá donde está la escuela Ford hacia arriba, en el cerro, y yo les dije que no era chivo para querer estar en el cerro, pero es que no se le veía nada de ambiente.
¿Cuántos años vendió como ambulante ceviche?
Como diez años, esta olla tiene como 25 años, con ella anduve vendiendo mucho tiempo en las calles y en la playa, y mira, se quedó aquí porque en esa ollita mi vieja puso una plantita, y luego fue creciendo, y ya cuando la quisimos mover ya no se pudo, le dije, ahí déjala a ver si engorda.
¿Cuánto tiempo desde que tiene su local?
Tengo aproximadamente 20 años, vendí como 20 en la esquina, pero ahí sufrí mucho, porque la persona que vivía en la esquina no me daba chance ni de que tirara agua, hacía lo más que se podía para vivir tranquilo, pero una gente que es medio avara, nunca la convences.
¿Se casó alguna vez?
No, yo llevo cinco viejas (sonríe divertido), y estoy a prueba, esa es la mejor noticia, es que no ha sido mi idea, mi vieja y yo vivimos de amigos, compañeros de vida y en unión libre, pero de que yo me case no.
¿Cuál fue su mayor exceso?
Yo bebí mucho vino, me di mucho gusto, placeres, músicos, y de todo, porque había mucha lana, con poquito sacábamos lana para divertirnos, pero ahora ya no es así.
¿Qué aprendizaje le ha dejado vivir hasta el día de hoy?
Lo que yo aprendí en mi soledad antes de juntarme con mi vieja, es a cuidarme ahorita no la hay ni la habrá seguridad en 500 años, ahora si te descuidas un malandrín te roba, entonces uno tiene que cuidarse, tener mayores precauciones.
¿Cuál es su mejor recuerdo de Vallarta?
No pues todo lo que viví, si te contara todos los ambulantajes en los que anduve (sonríe), pero no andábamos locos, yo tengo mucho de Vallarta, a estas alturas ¿quién me diera trabajo? La vida que he vivido la he llevado a gusto, pero lo mejor fue cuando dejé de tomar.
¿Hace cuánto tiempo dejó de tomar?
Hace como 30 años, y dejé de tomar porque ya me estaba haciendo daño, una vez mi vieja me internó en el CMQ pero por influencias de un doctor, he sido afortunado, me he granjeado muchas personas, entonces mi vieja me internó en el CMQ y ahí fue donde me tocó ver unas culebras que me querían morder, eso por los nervios de la borrachera, y sentía calambres ahí pensé que ya me moría, de ahí me fui a Alcohólicos Anónimos, no se deja de tomar por la economía, ¿Sabes cuánto vale la tranquilidad? Más que cualquier hotel de los más grandes, eso vale la tranquilidad, desde entonces vivo tranquilo.
¿Cómo describiría al Güero Cevichero?
No sé si seré sencillo, corajudo.
¿Qué es lo bueno de usted?
Lo bueno es que a veces tengo buena calma, pero cuando se me calienta tantito la cabeza reparo, pero eso lo tengo en mi mente que la violencia no es buena, porque en mi tierra vi como 33 matados, y por un ratito de calentamiento, llega una muerte, entonces vale más aguantar una mentada de madre con tantita calma, que un ratito de calentamiento porque la vida no tiene vuelta.
¿Cómo le gustaría que se acordaran de usted?
Pues que recordaran… mira, yo tengo mucho paisano a los que les he enseñado mi trabajo, porque no quiero ser egoísta, yo digo que el cinco que es para cada persona es, y no deja de ser, tengo compañeros que he enseñado a trabajar, que qué esperanzas que enseñen a otra persona, y yo quisiera que todo mundo le diera de comer a sus hijos más fácil.